Muchas veces parece que la salida está en frente cuando se sufre violencia de pareja. Pero el miedo, la esperanza y a veces hasta el amor pueden impedirle a las mujeres salir de un círculo vicioso que pueda acabar con su vida.
Durante dos años, Irma sufrió un infierno debido a los golpes que recibía, en ocasiones una vez al día, a veces más, pero hubo algo que siempre la frenó para salir de una relación enfermiza: como muchas mujeres, creyó que su esposo cambiaría con el tiempo.
Yo al principio creía que algo estaba haciendo mal, que algo fallaba en el matrimonio porque yo me estaba equivocando en algo.
Irma, víctima de violencia doméstica.
Son las 10:00 de la mañana en un café del centro de la capital sinaloense. En un primer momento la joven sonríe, pero en cuanto empieza el relato su rostro se ensombrece. Para el promedio de las mujeres de Culiacán no es muy alta, pero tampoco parece una presa fácil.
Al principio del relato parece tímida, como si alguien estuviera descubriendo algo de ella que muy pocos saben, pero a medida que cuenta su historia su voz se va tornando más solemne.
Es una mujer bonita, su cabello es claro y sus ojos grandes. Difícilmente un hombre puede evitar verla por lo menos de reojo.
Su noviazgo inició en 2008 cuando cursaba la carrera de Administración en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Entonces Guillermo parecía un tipo encantador a los ojos de la joven y no tardaron en comprometerse.
Irma reconoce que desde entonces su novio tenía episodios violentos pero nunca hacia ella. No fue hasta que estaban a punto de casarse que recibió la primera señal de alerta, pero le restó importancia porque la situación que generó el altercado podía aclararse fácilmente. O al menos eso creía.
“Nunca me golpeó cuando novios. Me tocaba verlo discutir con sus amigos en las fiestas, se alteraba mucho. Un día me vio llegar a la escuela con otro compañero, nos había tocado hacer una tarea en equipo y nos íbamos riendo de algo que vimos en el camino. Cuando me vio supe que algo estaba mal. No me dijo nada hasta que salimos de la escuela, en su carro. Le quise explicar, pero no pude hacerlo entrar en razón”, dijo.
MATRIMONIO VIOLENTO
Debido a los celos de Guillermo, la joven tuvo que dejar la escuela cuando decidieron casarse, a los 21 años y con dos semestres más para terminar la carrera. Y aunque creía que aquello cambiaría a su ahora esposo, la situación se tornó peor. “La primera vez que me golpeó ni siquiera fue por algo que yo haya hecho. Íbamos caminando en Forum, creo que saliendo del cine, y me encontré a alguien de la escuela que se acercó para saludarme. Inmediatamente presenté a Guillermo como mi esposo para que no hubiera malentendidos, pero eso le molestó. Creyó que era alguna clave con el otro muchacho y cuando llegamos a la casa me cacheteó tres veces”, confesó.
Esa fue la primera de muchas veces que vendrían en los próximos dos años, en los cuales su autoestima se degradaría al punto de sentir que se merecía lo que le estaba pasando.
“Yo al principio creía que algo estaba haciendo mal, que algo fallaba en el matrimonio porque yo me estaba equivocando en algo. Siempre trate de corregirme yo, de ser cariñosa con él, de hacer todo lo que quisiera al punto de ser sumisa, pero entre más me portaba así, más golpes me daba”, lamentó.
Irma dejó de salir, de ver a sus amigas e incluso dejó de visitar a sus familiares porque su pareja le hizo creer que eso era una mala influencia para el matrimonio. Cambió su celular, cerró su cuenta de Facebook y se alejó de todas aquellas personas que la querían.
Con el paso de los meses los golpes continuaron hasta que un día llegó al hospital con un morete en el ojo. Al revisarla, una de las enfermeras, sin siquiera preguntarle qué le había pasado, le advirtió que tenía que denunciar a su pareja. Pero ese consejo llegaría demasiado tarde: en ese punto la joven ya sentía que todo era su culpa.
HUIDA
“Me había quedado con él porque creí que cambiaría con el tiempo. Soporté los golpes creyendo que sería una etapa, que iba a llegar un momento en el que ya no me iba a pegar, pero me equivoqué”, admite Irma.
Su mirada divaga en la mesa del café cuando cuenta que fue un día de tantos que Guillermo llegó borracho a la casa. Por alguna razón estaba enojado y se desquitó con ella. De nuevo le dejó un ojo morado y un labio sangrante. Por primera vez pensó en luchar, pero en su estado no podría defenderse.
Pasaron muchos días hasta que se dio cuenta de que su propia vida estaba en riesgo. Fue una película de Jennifer López la que la devolvió a la realidad, en la que la protagonista aprende a luchar para defenderse de su agresor.
“Yo vi esta película, Nunca más, creo que es el nombre, en la que la muchacha se entrena y al final termina golpeando al marido. Yo no hice eso, yo decidí ir con mi mamá y contarle todo lo que estaba pasando. Lloré mucho con ella porque me sentía tonta, sentía que habían abusado de mí y que era mi culpa por tonta”.
Cuando su pareja fue a buscarla estaba dispuesto a todo, pero su padre no lo permitió. Aunque era mayor y Guillermo era fuerte, bastó su solo esfuerzo para que el agresor se alejara. A los días regresó para tratar de hablar con calma pero el daño estaba hecho. La familia de la joven dio aviso a las autoridades.
SECUELAS
Aunque ya pasaron dos años desde que terminó la relación, Irma sigue sintiendo desconfianza de muchos hombres y una sensación de miedo la acompaña a donde va. Siempre está viendo por el rabillo del ojo para asegurarse de que nadie la siga y evita estar sola con cualquier persona. “No es que me dé miedo, siento una sensación de intranquilidad cuando estoy sola con alguien y me pongo muy inquieta. Me molesta que la gente me toque sin permiso, me siento rara cuando voy en el camión, me pasan muchas cosas”, explica.
Al final, aunque logró salir del infierno que estaba viviendo, su vida ya no es la misma. Después de seis meses sin salir, decidió terminar lo que le faltaba de la carrera. Trabaja en el negocio de su padre ayudando con la contabilidad. Aunque su familia se esfuerza porque su vida vuelva a ser la de antes, la joven aún carga con el peso que le dejaron las heridas.
VIOLENCIA EN AUMENTO
Según datos del Instituto Sinaloense de las Mujeres (Ismujeres), son 7 de cada 10 las mujeres que sufren algún tipo de violencia en Sinaloa, ya sea de forma verbal, física o psicológica, lo cual es grave debido a que se considera que este tipo de conductas es normal en la vida de pareja.
Este proceder viene en aumento año con año y es propiciada, además de los factores sociales ya conocidos como el machismo, por cambios climáticos y el calor extremo que se sufre en la entidad.
En algunos casos, según los datos, la violencia en las parejas puede acabar con el asesinato de la mujer, como ya ha ocurrido en más de una ocasión en Sinaloa.
El Consejo Estatal para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar (CEPAVI), el 75% de las parejas sinaloenses viven relaciones violentas, siendo entre los 16 y los 20 años los casos más concurrentes.
Según la secretaria ejecutiva de la institución, Consuelo Gutiérrez Gutiérrez, la situación continúa porque las mujeres afectadas en la mayoría de los casos no denuncian a los agresores, por lo que también se hace difícil contabilizar el número de mujeres violentadas.
Sin embargo, en 2014 se tiene registro de 26 personas que denuncian diariamente algún tipo de violencia, llegando también a las amenazas.
A finales del año pasado se registraron 9,143 denuncias, de las cuales se dieron 2 mil 968 casos en los que el agresor era la pareja de la víctima, mientras que en 1,081 se trataba de la expareja.
El reporte de CEPAVI revela que por lo menos 1,737 mujeres fueron agredidas por alguien con quien tenía lazos familiares, ya fueran hermanos, hijos, el padre, padrastro o novio.
El grupo de mujeres más vulnerables es el de 28 a 39 años, siendo las que están en este rango de edad quienes han reportado un mayor número de casos reportados ante dicho organismo.
Asimismo, la estadística arroja que únicamente el 30% de los casos son reportados por la víctima, mientras que el resto de las denuncias se hacen por parte de algún familiar, como madres, hijas e incluso hermanos.
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