El diputado Héctor Melesio Cuen metió a la discusión en el Congreso el tema de la ludopatía y no faltaron colegas suyos que aprovecharon para “poner el grito en el cielo”, coincidiendo en que dicho problema ya alcanza grado de epidemia. No me extraña.
El fenómeno de la adicción al juego ya le pisa los talones al alcoholismo, otro de los flagelos distintivos de nuestra tierra, lo cual era de esperarse.
La campaña contra el tabaco ha sido efectiva, la promoción para no consumirlo sí ha sido exitosa, de la misma manera que el fomento a la ludopatía y al alcoholismo también han logrado el éxito.
Si nos ponemos en plan riguroso, vamos a encontrar que en Sinaloa las únicas empresas que gozan de cabal salud son los Oxxo y los casinos, pues son negocios legítimos que apuestan al fomento del vicio. Los primeros al ser expendios disfrazados y los segundos no requieren mayor explicación, pero además de sustentar su éxito en la explotación de las debilidades humanas, hay que decir que han gozado de un inmejorable trato de parte de nuestras autoridades de los tres niveles. ¿Alguna vez ha visto usted un inspector de Profeco revisando las maquinitas de los casinos? Eso sí, no tenga usted un estacionamiento o un restaurante con venta de cerveza porque entonces no podrá jamás quitárselos de encima.
Desde antes del gobierno de Malova el Gobierno estatal y los municipales se han dedicado a fomentar todo lo que huela a vicios, a la vez que han desalentado todas las actividades productivas: la agricultura tronó, el comercio tronó, los servicios tronaron, nada es negocio ya, no hay dinero y parte de la explicación es la fuga de liquidez por la vía de esos giros negros. La idea es que se están viendo los resultados de políticas de promoción económica y social erráticas (por no decir más feo), y me da gusto que nuestros diputados comiencen a discutir el punto porque, de entrada, es de agradecer el interés de un legislador por abordar temas que en verdad nos afectan.
Desde tiempo atrás, el tabaco es la droga más vituperada, casi como si fuera la encarnación del mismísimo demonio, su consumo es legal pero prohibido en cualquier lugar público, su publicidad está prohibida, se exigen leyendas alarmistas en las cajetillas así como fotos de sus peores efectos… cuando llegan a ocurrir. A mí no me van a platicar de los males del tabaco, fumé como chacuaco desde los catorce años hasta los 44: mi nivel de consumo llegó a las 3 cajetillas diarias. ¿Saben qué me pasó?: nada. Según muchos especialistas, el del cigarro es un vicio más difícil de abandonar que la heroína, sin embargo, al igual que yo, numerosos adictos hemos triunfado contra él y no porque seamos muy hombrecitos y tengamos muchos destos. Es porque la insistente campaña contra el consumo va haciendo mella, de la misma forma que la gota horada la piedra.
A donde quiero llegar es a que la campaña contra el tabaco ha sido efectiva, la promoción para no consumirlo sí ha sido exitosa, de la misma manera que el fomento a la ludopatía y al alcoholismo también han logrado el éxito: alcohólicos y ludópatas no dejan de crecer así como las consecuencias sociales de esas temibles adicciones.
El asunto, entonces, deja de parecer tan complejo: se trata de fomentar aquello que ofrezca un efecto social positivo, a la vez que se ataca lo que tenga un efecto contrario. No está tan difícil.
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