El nombre del artículo parafrasea, claro está, a la maravillosa película dirigida por John Houston “El Hombre que Sería Rey”, basada en un cuento de Rudyard kipling, y que es uno de esos casos raros donde la adaptación cinematográfica resulta superior a la obra literaria original.
En la cinta, Sean Connery y Michael Caine personifican a dos ingleses, militares y masones, quienes previo a la época victoriana se aventuran en el territorio que hoy es Afganistán, para después de mil peripecias, mil aventuras y mil hazañas lograr hacerse de un reino propio, el cual lo pierden por lo que en lenguaje llano describiríamos como “puras pendejadas”.
Auténtico viaje a la (la verdadera, no la de pretexto para robar) condición humana y sus ambiciones más profundas, “El Hombre que Sería Rey” no se me sale de la cabeza desde unas semanas para acá, como resultado de una convicción ya sin dudas respecto a Peña Nieto: cuando llegó a la presidencia tal vez descubrió que no sabía para qué la quería, de ahí que hoy ya no la quiera, siendo demasiado tarde para semejante cambio de opinión.
Me lo comentaba esta semana un buen amigo, que se distingue por su “conocimiento del monstruo pues ha vivido en sus entrañas”: tengo la impresión de que Peña Nieto ya dejó de gobernar, se desentendió de todo, no le importa nada. Y sí, tengo la misma opinión, y no dejo de preguntarme ¿para eso quería ser presidente? Aunque he de decirlo, sorprendido, lo que se dice sorprendido, no estoy pues no es la primera vez que el fenómeno se presenta.
Vicente Fox, quien también debió recorrer un largo y sinuoso camino para alcanzar la presidencia, cuando llegó descubrió que su idea del poder presidencial estaba muy alejada de sus suposiciones, y al cuarto año, agobiado por una responsabilidad para la que nunca se preparó, se abandonó en brazos del Prozac y dejó que fuera Marthita quien diera la cara. Eso sí, ya no tuvo el aliento para siquiera influir al interior del PAN para designar sucesor. Te lo digo chana para que me lo entiendas Juana.
Parece ser que el Prozac de Fox, Peña Nieto lo sustituyó por el dinero mal habido, mientras que la duda es quién diablos manda ahora en el país. No es una buena fórmula. Al menos con chente, la imagen que se proyectaba era la de un tarado venido a menos, pero con el priista todos traemos un razonable margen de confiabilidad, en el diagnóstico de que sólo es un ladrón al que no le importa llevarse entre las patas cualquier cantidad de muertos. Peor tantito.
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