Todavía le quedaba una sonrisita en los labios a Mario López Valdez, hasta que Quirino Ordaz Coppel lo llamó, a las 11:44 horas, “gobernador saliente”. La llovizna, los saludos negados, el sentimiento de sospechas, los megáfonos de manifestantes llamándolo “ratero” y “traidor”, le habían echado a perder el día.
Ahí, en el mismo recinto legislativo que hace seis años lo oyó pronunciar un discurso de estadista y que hoy lo despide con coraje, como se le dice adiós al traidor, Malova entregó la estafeta, ensangrentada y manchada de corrupción, con finanzas en crisis total y la decepción generalizada.
Ahí, ante la clase política volcada en sus nuevas apetencias y ciudadanos lastimados por la equivocación del 4 de julio de 2010, ya no hubo aplausos para el hombre show. Todas las palmas de las manos estaban concentradas en Quirino Ordaz Coppel.
El recinto legislativo, festivo por dentro y encorajinado por fuera, bañado por una llovizna que quería borrar con agua la huella de un sexenio trágico y deshonesto, le dio vuelta a la página de frustraciones y empezó a escribir una nueva historia quizá de esperanza, tal vez de mayor exasperación.
Gritos disonantes. El “¡sí protesto!” de Quirino Ordaz Coppel contra la exigencia enfurecida de los constructores que sacaron sus camiones a la calle y desde temprano hicieron que los cláxones gritaran la ira, en decibeles insoportables, por la avenida Pedro Infante.
La huella del cambio fallido, de la alternancia simulada, se dejó sentir hasta el último minuto del gobierno de López: las madres con hijos desaparecidos igual de firmes en el ocaso de un régimen, pero reactivando los anhelos en el arranque de otra administración pública estatal.
En el exterior, las mantas con leyendas de rencor, de exigencia a Quirino para que corrija el desorden de Malova, el de las deudas de montos incuantificables; en el salón de sesiones, una sociedad entera esperando píldoras milagrosas de fe. Medios por todos lados, unos queriendo olvidar pronto el sexenio que también los usó, otros firmes en la consistencia reflexiva ante el malovismo que se va, pero deja enormes huellas de agravios.
Murmullos. “Que Malova no viene a la toma de posesión”; “que de dónde sacó el dinero para desactivar la protesta de la UAS”; “que el sector privado le ha exigido a Quirino que meta a la cárcel a los funcionarios que se van”; “que el gober saliente se va hoy mismo de Sinaloa”. Balbuceos de protestas incluso en aquellos que le elogiaron todo al hoy ex.
Hasta que a las 11:20 entró Quirino Ordaz al salón de plenos y el Congreso cambió de los susurros al silencio. El rostro del que se va sin pizca de arrepentimiento, haciéndole señas como beisbolista derrotado a los presentes. Duele el adiós, se siente, más en un hombre que ejerció el cargo con megalomanía impresionante.
Ordaz Coppel llegó legitimado. La presencia en el Congreso de la mayoría de los actores sociales, políticos y económicos le da un bono de confianza que no es un pagaré en blanco. Gobernadores de otros estados y los ex de Sinaloa vinieron a presenciar el arribo al trono del hombre que ni en sus mejores sueños imaginó este momento.
Y Quirino lo sabe porque en cuanto protestó al cargo soltó una ráfaga de promesas, ventarrón de ilusiones que acabó borrando el último gesto de satisfacción de Malova. “Si alguien viene a enriquecerse que renuncie de una vez”, “queremos servidores públicos cercanos a la gente y no prepotentes”, “seremos un gobierno de eficiencia y de sí se pueden hacer las cosas”.
Y un lleguecito a la Universidad Autónoma de Sinaloa, luego de refrendarle respeto a la autonomía: La Universidad de Occidente se convertirá en universidad pública estatal. Enseguida la andanada de iniciativas que presentará al Congreso el próximo lunes. Fiscalía General del Estado, Sistema Estatal Anticorrupciíon, peculado y cohecho como delitos graves…
El público le aplaudió una a una las promesas. Cada palmeada era como un alfiler atascado en el cuerpo viejo del gobierno que se va. Testigos ciudadanos en compras del Gobierno, nuevo Hospital General en Mazatlán, programa de austeridad, detectar y eliminar aquello que no funciona, informe detallado de cómo recibe la administración pública…
Y Quirino, en la apoteosis de un día que ni él creyó vivir, gozó el “viva el rey”, mientras Malova sufrió con “el rey ha muerto”. La catarsis del poder que recibe entre vítores al que llega y escupe como pus al que acaba.
Y al final todos se fueron. El Congreso se vació tan rápido como se pudo, fraguándose ahí, adentro, un nuevo gobierno y, afuera, esparciéndose la esperanza naciente.
¿Qué pasará en el mismo recinto el 31 de octubre de 2021?
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