Una regla tenía Elba Esther Gordillo para mantener el control de las secciones sindicales del SNTE en todo el país. Nunca entregar la secretaría general dos veces, de manera consecutiva, al mismo grupo local. Así evitaba que los líderes locales echaran raíces en el poder. En los estados no se debían formar cacicazgos locales porque le minaban su fuerza y sólo debería haber un cacicazgo: el suyo.
Así, promovía la formación de grupos “expresiones” locales para que se vigilaran unos con otros y a todos les permitía tener una parte del sindicato; dependiendo de la fuerza (delegados que llevaran al congreso) era el tamaño del pedazo de sindicato que les tocaba. Todas las posiciones se podían negociar, menos la secretaría general. Esa le tocaba decidirla a ella y se aseguraba de ir rotándola entre los grupos tratando de que a todos les tocara alguna vez, con excepción de la CNTE. A esa nunca le tocaba la dirigencia, a menos que esa organización tuviera la mayoría absoluta.
Una vez que se nombraba al nuevo secretario general, ella personalmente le ordenaba romper todos los lazos de posible dependencia con el anterior y le indicaba a quien acercar para formar su propio grupo para dirigir en su periodo. Esa práctica formó escuela. Y aunque en cada periodo nuevo se desdibujaban las “expresiones”, como se denominan entre sí, al acercarse el cambio se volvían a configurar, de tal forma que en Sinaloa subsistían un promedio de seis o siete grupos.
Expresiones históricas: el legendario grupo de José Mendívil, en el que destacaban Raúl Gasca, Rosy Ceballos y Saúl Gómez, heredado por Crecenciano Espericueta; el grupo de Ernesto Moreno Morales representado por el ex dirigente Bernardo Vega, el extinto Bartolo Mendívil (QEPD) y Segismundo Mendívil; el grupo de Jaime Barrón Fonseca, en el que se movían la maestra Victoria (paquis) Campa y Salomé Rodríguez; El grupo de Feliciano García Peraza, en el que destacaban Jaime Quiñónez, Sergio Campa y Joaquín Murillo; el grupo Carrillo, encabezado por Jesús Manuel Carrillo y en el que militaban la maestra dorita y Fernando García Hernández; y la CNTE, comandada por Huberto Domínguez y donde militaban Horacio Lora y Carlos Rea.
Con el encarcelamiento de Elba Esther cambiaron muchas cosas. Los grupos se desintegraron o se reconfiguraron y la mayoría perdió su fuerza, que provenía del control de plazas, pero la escuela política de la maestra sobrevive tanto en los Maestros por México como en la parte institucional que encabeza Alfonso Cepeda.
En los estados, los dirigentes desvinculados de las bases, siguen esperando que el CEN determine las reglas de la elección, de acuerdo con los estatutos vigentes, y su presidente –Cepeda en este caso—designe al nuevo secretario general, de acuerdo con la tradición.
Sin embargo, ahora ni los mismos miembros del CEN saben lo que pasará. Dicen que se aplicará el estatuto vigente para la elección, porque es lo que existe y no ha cambiado, pero viven temerosos de que en cualquier momento se convoque a reunión de consejo que acuerde nuevas reglas y se elija de inmediato a nuevo dirigente nacional, de acuerdo a diversas interpretaciones de los discursos del presidente López Obrador. No obstante, esta promesa de democratización sindical y de elección universal, directa y secreta (al igual que fin de la reforma educativa), que les cayó como balde de agua fría a finales del 2018, empieza a ser solo agua tibia y a sonar más como un discurso abstracto, etéreo, que algún día podría concretarse.
El movimiento impulsado por la CNTE para impedir que la cámara de diputados apruebe una contrareforma educativa a la reforma de Peña Nieto, “porque sólo es cosmética y se mantiene en esencia la propuesta neoliberal”, aleja la posibilidad de un relevo de facto de Alfonso Cepeda y su comité nacional, pues –ante el desacuerdo con la CNTE— el presidente ha dicho que quiere platicar directamente con los maestros –y no con sus líderes—, para explicarles su iniciativa, por lo que Alfonso Cepeda podría ser muy necesario para propiciar ese acercamiento y para tratar de legitimar la propuesta del presidente a través de la estructura sindical.
El cambio en la 27
Ante el riesgo latente de cambio repentino de reglas y de dirigente nacional del SNTE, el CEN podría adelantar los procesos de elección de dirigencias locales para asegurar el control nacional ante un eventual “manotazo” en la mesa. Así, el cambio en la sección 27, previsto para noviembre podría adelantarse a septiembre y ello está provocado en el ámbito sindical federalizado. Los opositores (Maestros por México y CNTE) ya están empezando a dudar que se dé el cambio de método de elección y de dirigencia nacional antes que el cambio seccional. La promesa de convocatoria de cambio de dirigencia nacional hecha en diciembre de 2018 para febrero de 2019 se menciona ahora para mayo y podría volver a posponerse. Y la duda aumenta, tanto, que hasta integrantes de MxM fueron a aplaudirle a Cepeda en su última visita a Sinaloa, no sea que no solo vaya a ser el árbitro en la elección de la sección 27, sino el gran elector.
Sin embargo, lo que sí parece ya un hecho es que Elba Esther Gordillo no regresa a dirigir el SNTE. Y los Maestros por México tendrán que buscar un nuevo líder. En la medida en que se acercan y se posponen las fechas prometidas del cambio de dirigencia del SNTE se enfrían los ánimos, situación que el ingeniero Edén Inzunza está aprovechando muy bien para hacer catarsis con los maestros en espera de congraciarse algunos votos para su candidato (por cualquier método de elección) pero ¿quién nombrará al próximo dirigente de la sección 27 —como antes lo hacía Elba Esther— y la última vez Malova y Juan Díaz?
Solución mágica
Ahora ya no está Elba Esther ni Juan Díaz y a Cepeda no le alcanza su fuerza para tomar la decisión. Entonces ¿Quién nombrará al próximo dirigente de la sección 27? ¿Moctezuma? ¿Olga? ¿Quirino? AMLO diría que los profesores, democráticamente, pero también dice que él no se meterá en asuntos sindicales, lo cual es una contradicción. En realidad casi nadie vería mal que se metiera para asegurar un proceso realmente democrático (salvo quienes están ahora en control de la estructura y el dinero del SNTE), sin embargo, no quiere agenciarse una imagen de autoritario por lo que tendrá que encontrar una solución casi mágica en que, sin la intervención directa del gobierno, los maestros decidan cambiar a sus líderes locales con los actuales dirigentes nacionales como árbitros neutrales y en procesos verdaderamente democráticos, como ha empezado a ocurrir en algunos estados como Nayarit y en Sonora.
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