Al margen de diferencias de cualquier tipo, México procede a cerrar filas en torno al presidente Andrés Manuel López Obrador para que encabece la defensa del interés nacional de cara a la amenaza del mandatario estadunidense, Donald Trump, de que impondrá a partir del 10 de junio aranceles hasta del 25% a todos los productos que ingresen a aquel país procedentes del nuestro. ¿Será suficiente la unidad de los mexicanos para detener el ataque autoritario de la Casa Blanca?
Desde que ganó la elección presidencial del 8 de noviembre de 2016, Donald Trump dejó entrever la peligrosa propensión intervencionista en los asuntos no solamente de México sino de la comunidad internacional, usando la presión autoritaria como arma para el sometimiento. China, Japón, Corea del Sur, Venezuela y ahora México son las víctimas, entre muchas otras, del estilo trumpista fincado en barbaridades, exabruptos e insultos.
En realidad la crisis diplomática entre México y Estados Unidos no es nueva; lo que pasa es que nunca había sido llevada a un nivel tan ríspido. En campaña, Trump tomó como bandera política la construcción del gran muro fronterizo y sostiene todavía que este sería pagado por nuestro país, luego intentó desbaratar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y acaba de pasar a la siguiente ofensiva al pedir que México detenga el flujo migratorio hacia el norte.
Llegaría el momento en que el magnate alucinado le llenaría a México “el hígado de piedritas” y todo indica que ese hartazgo se acerca. La diplomacia cortés que el gobierno de López Obrador sostuvo durante seis meses con su homólogo norteamericano ha pasado al lenguaje directo y áspero con la carta de AMLO donde le expresa a Trump que “por favor, recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato sino que actúo por principios: creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra. No creo en la Ley del Talión, en el ‘diente por diente’, en el ‘ojo por ojo’, porque, si a esas vamos, todos nos quedaríamos chimuelos o tuertos”.
Una vez expuestas las posiciones de los polos del conflicto, es importante analizar los probables escenarios en que se desplazará la circunstancia presente. Aquí se plantean cinco eventualidades:
- Es posible que se trate de una coyuntura de presión que difícilmente llegue a concretar la aplicación del mencionado arancel. México y Canadá se han declarado listos para ratificar con Estados Unidos el tratado comercial trilateral (T MEC) y Trump estaría induciendo tensión a la negociación final para consolidar el proteccionismo a productos estadunidenses.
- Los lazos históricos que unen a ambas naciones son más fuertes que la intención de Trump por romperlos. Si el otra vez candidato republicano ve en riesgo la reelección debido al odio que muestra hacia México, es seguro que por estrategia retire la propuesta del arancel castigo.
- De llevar a las últimas consecuencias el gravamen del 5 al 25 por ciento que Trump le quiere imponer a las exportaciones, la economía de Estados Unidos no saldrá tan beneficiada porque en sus centros de consumo existe la dependencia a productos que México provee con mejor calidad y precio. El arancel impuesto al tomate, por ejemplo, está dañando a las familias de EU que prefieren la legumbre mexicana y están pagando más dinero por obtenerla.
- De un momento a otro la planta productiva de Estados Unidos comenzará a actuar para evitar el impacto que por default le toca y muestra de ello es que los fabricantes de automóviles de aquel país reaccionaron con la advertencia del impacto que la medida de Trump tendría en el empleo y costos de producción. Otras empresas lo harán en los siguientes días.
- Es altamente probable que Donald Trump reincida en su estrategia de aventarle piedras al panal para alborotar al avispero y luego corra asustado por su propia intriga. Es muy dado a generar escándalos mediáticos que afectan la estabilidad internacional y enseguida esconder la mano mediante la rectificación de sus dichos una vez que evalúa las consecuencias que él o Estados Unidos pagarán por los dislates.
Mientras las intenciones, reacciones y efectos se conocen, este episodio conflictivo ya tiene para los mexicanos un buen resultado. La sociedad y los distintos sectores que la integran, los partidos y poderes, los llamados fifís y chairos, proceden a dejar de lado los colores y prebendas que defienden y optan por teñirse todos de verde, blanco y rojo. Al grito de guerra (comercial) de Trump, la cohesión nacional está de nuevo al lado del Gobierno Federal para acompañarlo en la defensa de la patria.
Esto es lo que importa. La descalificación por fanatismos o el enfrentamiento debido a la intolerancia a la crítica se hacen a un lado con tal de abrir la necesaria tregua para que ninguna amenaza halle vulnerable a México por la división. López Obrador se ha fortalecido con el apoyo que le muestran los adeptos y los escépticos y la amenaza de Trump hace posible que rija para todos, por parejo, el principio cívico de Vicente Guerrero de “la patria es primero”.
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