Donald Trump se equivocó desde que en campaña llamó a los mexicanos delincuentes de la peor calaña, o luego en el poder clasificó como bestias a los centroamericanos en la frontera, a los negros de Baltimore y a cuanto ser humano quiso denostar, enarbolando un discurso de odio que lo hace responsable directo de las masacres en El Paso y Dayton, de Estados Unidos.

Hacia el presidente estadounidense se debe centrar el reclamo internacional y específicamente el de México que ha puesto las víctimas para que la ferocidad racial alentada desde la Casa Blanca sacie la sed de sangre.

El tono de exigencia del presidente Andrés Manuel López Obrador no debe dejar lugar a dudas respecto a la indignación de México frente a la postura hipócrita de Trump que condena e interviene en asuntos de otros países alegando la amenaza para el propio, sin atender el problema interno que, es el caso del armamento en manos de la población civil, atenta contra la seguridad al ser mezclado con el discurso segregacionista.

Más allá de la prédica de hermandad entre naciones o la oratoria de abrazos, no balazos, inclusive superando la falacia de que el gobierno mexicano hará una investigación sobre el terrorismo en Estados Unidos, hoy se requiere firmeza de las instituciones nacionales para detener, ya, la palabrería trumpista que incita a agredir a todo aquel que demencialmente el mandatario considera enemigo.

El discurso del odio y la creciente incultura del exterminio del contrario que se ha traducido en masacres frecuentes en el vecino país del norte ha tocado a connacionales y el coraje que sentimos todos debe encauzarse en un reclamo del gobierno de AMLO que vaya más allá de una tibia pose diplomática o el miedo a dañar la relación bilateral, antes de que se reproduzcan episodios como el de El Paso, Texas.

 

 

El Efecto ESPEJO es parte de nuestro boletín de noticias. Suscríbete y recibe los hechos más relevantes de Culiacán, Sinaloa y el mundo directo a tu correo electrónico.

[wysija_form id=”1″]