¿Qué les debe López Obrador a México y Sinaloa en el primer año? | Tema de la semana
A un año de asumir el cargo de presidente de México, Andrés Manuel López Obrador será objeto del escrutinio nacional este primero de diciembre al revisar su mandato una sociedad dividida entre los fieles seguidores, que se aferran a la esperanza, y la franja poblacional impaciente porque no ve venir los resultados ofrecidos. ¿Qué les […]

A un año de asumir el cargo de presidente de México, Andrés Manuel López Obrador será objeto del escrutinio nacional este primero de diciembre al revisar su mandato una sociedad dividida entre los fieles seguidores, que se aferran a la esperanza, y la franja poblacional impaciente porque no ve venir los resultados ofrecidos. ¿Qué les queda debiendo al país y a Sinaloa?
El mandatario mexicano ha planteado que los momentos más críticos de los primeros 365 días en el poder han sido la explosión de un ducto de gasolina en Tlahuelilpan, Hidalgo; los hechos de violencia que vivió Culiacán, Sinaloa, el 17 de octubre; el asesinato de tres mujeres y seis niños pertenecientes a la familia LeBarón, en Chihuahua; el ofrecimiento de asilo político a Evo Morales, el depuesto presidente de Bolivia, y las amenazas constantes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer barreras arancelarias a las exportaciones mexicanas.
Del otro lado de la moneda, López Obrador considera que sus logros son el combate a la corrupción, que dice redujo el gasto en 800 millones de pesos a la Presidencia de la República; la creación de 600 mil empleos formales, de acuerdo a datos duros del IMSS; el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” con beneficios para 900 mil personas y el apoyo gubernamental que reciben 230 mil productores del campo, de 5 mil pesos mensuales.
No obstante, en la percepción ciudadana los sectores evalúan al presidente según como les va en la feria. Los beneficiarios de los vastos programas asistencialistas son los que mantienen al mandatario federal en importantes niveles de popularidad, mientras los segmentos descuidados por la llamada Cuarta Transformación proceden a la pérdida de la fe y al retiro del bono democrático otorgado el 1de julio de 2018.
La realidad es que López Obrador le ha fallado a México en varios aspectos:
Seguridad pública. El número de homicidios dolosos se aproxima a los 30 mil en el primero año del gobierno de AMLO y los eventos se esparcen a lo largo y ancho del país.
Crecimiento económico. Aunque diga que no eso no es importante, el comportamiento de la economía preocupa a la sociedad por lo signos de crisis que anuncia. Los datos del INEGI confirman la tase cero de crecimiento económico y la entrada a la línea roja de la recesión. Aparte, el nuevo régimen desprotegió, política y financieramente a los sectores productivos.
Tolerancia. Se resiste a escuchar las voces que le señalan los errores y el costo-país que estos reflejan. Diariamente está en confrontación con periodistas, medios, adversarios políticos y azuza a sus seguidores a no creer otra versión que no se la suya. De diciembre de 2018 a noviembre de 2019 han sido asesinados 13 comunicadores.
Gabinete inexperto. Aparte de la renuncia de quien fuera su primer secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y del director general del IMSS, Germán Martínez, por diferencias con el modelo de conducción del país que implementa AMLO, en escenarios de crisis el equipo de trabajo de AMLO tiende a tropezar e inmovilizarse, entrando en contradicción hasta con el presidente.
Política externa. El gobierno de AMLO mantiene líneas no muy derechas ni definitorias con la comunidad internacional. El asilo político al expresidente de Bolivia, Evo Morales, solo obedeció a la simpatía de López Obrador con el socialismo, mientras que ha faltado firmeza en los abusos que el mandatario estadunidense, Donald Trump, comete contra los mexicanos. Aparte, México pierde presencia en los centros mundiales de toma de decisiones.
Por otra parte, a Sinaloa no le ha ido tan bien como lo quieren hacer ver el presidente López Obrador y el gobernador Quirino Ordaz Coppel.
Proyectos estratégicos. A pesar de que las hizo suyas una vez que accedió al cargo, López Obrador no ha concretado la realización de obras prioritarias como las carreteras Choix-Bahuichivo y Badiraguato-Parral, el ramal ferroviario complementario del Corredor Económico del Norte, la modernización del puerto de Mazatlán y los sistemas de riego de las presas Santa María y Picachos.
Presupuesto federal. Las acciones de austeridad y la dificultad para que el gobierno de AMLO radique en Sinaloa las partidas presupuestales federales aprobadas para 2019 se tradujeron en lastres para el desarrollo estatal. Las secretarías del Gabinete estatal, los Ayuntamientos y los sectores económicos resienten las consecuencias de poca inversión pública y nulo estímulo a la producción.
Estado de derecho. A partir de los hechos de violencia del 17 de octubre en Culiacán la única certidumbre que quedó de pie es la de instituciones, autoridades y leyes rebasadas por el crimen organizado. El Estado mexicano no tiene la estrategia o voluntad para poner orden y dar paz.
Gobiernos de Morena. El presidente ha optado por el disimulo ante la ineficiencia de los alcaldes de su partido en Sinaloa. La esperanza de que el arribo del Movimiento Regeneración Nacional al Gobierno federal se tradujera en beneficios para el desarrollo municipal se ha convertido en otra entelequia porque desde los Ayuntamientos se sacrificó la capacidad de gestión con impacto esto en la atención de los satisfactores sociales más elementales.
Lenta solidaridad. El gobierno de AMLO, que antes derrochaba sensibilidad frente a movimientos sociales de Sinaloa, ha entrado en la fase de indiferencia hacia asuntos de primer orden. La deficiente o nula solidaridad con movimientos ciudadanos como los desplazados por la violencia, las madres que buscan a sus hijos víctimas de desapariciones forzadas o las familias que intentan evitar que la planta de amoniaco se instale en sitios ecológicos protegidos de Topolobampo, dan cuenta de la apatía que presenta López ante temas que antes le eran políticamente apetecibles.
Ha sido un año, por supuesto, que se sintetiza como curva de aprendizaje de la Cuarta Transformación, pero que aun así pudo haber aportado indicios de la voluntad del Estado por librar a México de prácticas y conductas que ponen en riesgo la estabilidad. ¿O es que se le puso demasiado alta la vara a quien en tres campañas políticas aseguró que sí era posible construir el país con el que soñamos los mexicanos de bien?
Un año sí es poco plazo para construir un modelo de nación de drásticos rompimientos con lo terrible y lo paralizante del pasado, siendo a la vez mucho tiempo concedido a personas o grupos que al apostarle a la continuidad de delitos cometidos al amparo del gobierno e impunidades como canonjías para el poderoso, se aferran a perpetuar un sistema político que fue bueno hasta la ignominia para ellos, pero destructivamente nocivo para México. Por ello es la prisa de cambios, ya.
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