Historias de Histeria | La fila
‘Sacó de su pantalón una pequeña pistola que parecía estar decorada con oro’.

En la ciudad de Culiacán, los altos niveles de violencia han propiciado una grave descomposición social que se traduce en hechos que parecen sacados de relatos de terror, relatos que han trascendido la fantasía y se han convertido en el día a día de los habitantes de la urbe. En historias de histeria hacemos un recuento de aquellos sucesos que nos hablan de la necesidad de emprender acciones para devolver la paz y tranquilidad a todos los culichis.
Ya eran pasadas de las 11 de la noche y Ernesto había tenido una jornada muy pesada en su trabajo, apenas llegó a su departamento dejó su maleta cerca de la sala y volvió a salir de su casa para dirigirse a la taquería que se encuentra a la vuelta de su casa.
El fraccionamiento en el que Ernesto vive es uno de los más seguros de Culiacán, está lleno de casas pequeñas pero muy bonitas, él se siente a gusto ya que consiguió un lugar en muy buen estado y con una renta muy barata, aunque a veces lo asusten porque dicen que en los alrededores mucho ‘pesadito’ tiene uno que otro departamento para fiestas, pero a él nunca le ha tocado ver nada por el estilo.
Al llegar a la taquería pidió un taco y una quesadilla para llevar. Le da vergüenza que lo vean comer solo y prefiere hacerlo más cómodamente en su casa viendo algún capitulo de la serie que mira a ratos en Netflix. Casi de inmediato le entregaron su pedido y se desvió al Oxxo a unas cuantas casas de la carreta para comprar un refresco, poner una recarga de tiempo aire y hacerse de una cajetilla de cigarros.
Al llegar se dio cuenta de que, como muchos otros establecimientos del mismo tipo, se encontraba cerrado desde temprano por los constantes asaltos y solo estaban atendiendo por ventanilla. Una larga fila de ocho personas separaban a Ernesto de su pedido, así que se dispuso a esperar junto a una jovencita algo pasada de copas y una ama de casa que parecía que iba a hacer el súper.
Fue entonces que se acercó al lugar un automóvil deportivo de lujo, con un corrido a todo volumen y tres tipos que parecían sentir la letra de la canción en las venas. Al ritmo del sanguinario cántico los corpulentos hombres se bajaron y dirigieron a la ventanilla sin preguntar más.
Empujaron al chico que se encontraba siendo despachado y que solo había pedido una Coca-Cola de tres litros y gritaron al regordete hombre al interior del comercio: “Queremos tres Buchanan’s y dos bolsas de hielo”. Todos los presentes se “sacaron de onda” pero nadie dijo nada.
–Ya no estamos vendiendo alcohol –gritó el hombre del Oxxo, no sé si para convencer a los hombres en discordia, a los demás cliente o a él mismo.
–Ira ven –le dijo el que parecía más agresivo. El hombre se acercó un poco asustado a la ventana y entonces el cliente en espera sacó de su pantalón una pequeña pistola que parecía estar decorada con oro.
–Queremos tres Buchanan’s y dos bolsas de hielo. La cosa es calmada, sí te las voy a pagar, ¿o te agüitas?…
El encargado de la tienda se tragó hasta el último rastro de saliva y corrió por el pedido de los tres desagradables e inoportunos clientes, sacó la cuenta con una calculadora y después les cobró. Los hombres pagaron de inmediato e incluso le dejaron como 100 pesos de propina a quien los atendió.
Algunos de los otros clientes se fueron asustados, pero Ernesto se quedó inmóvil, algo lo atemorizó y no se dio a la fuga como la ama de casa que se encontraba esperando en la fila junto a él. Entonces uno de los hombres se le acercó y le señaló la bolsa de los tacos con otra diminuta arma mientras le decía: “Oye, traigo hambre, te compro tu cena”.
Ernesto se quedó mudo y solo pudo reaccionar para darle el paquete.
–Gracias –le dijo el hombre mientras le daba 200 pesos.
Los hombres se subieron al coche, volvieron a encender la música y se fueron cantando por la avenida. Ernesto usó los 200 pesos para comprarse unos cigarros, poner una recarga y terminó cenando un par de sándwiches en casa.
¿Será que la constante exposición a hechos de violencia, narcotráfico, corrupción e impunidad y muchos otros más que ocurren constantemente en Culiacán y Sinaloa empiezan a afectar el correcto funcionamiento de la psiqué de los sinaloenses?
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