A diferencia de los chinos, los japoneses nunca llegaron en masa a las costas del pacífico mexicano. Incluso se puede decir que, al contrario de los primeros, tuvieron mejor aceptación social en el país; así como comprobar que la inmigración japonesa fue alentada oficialmente en México durante los primeros años del siglo XX. El grado de cooperación de esta cultura asiática en la consolidación del México moderno se comprueba al detectar varios japoneses que participaron en la Revolución Mexicana. Un caso emblemático fue Shinzo Nishino, personaje que enseñó artes marciales en contingentes carrancistas, villistas y zapatistas, ascendiendo finalmente a teniente de caballería; pero hubo más casos.
Aunque en un inicio muchos japoneses tenían la intención de cruzar a los Estados Unidos para trabajar de braceros, el gobierno de ese país ya ponía restricciones a esa nación por cuestiones diplomáticas. No fueron pocas las familias que decidieron asentarse en México para busca oportunidades de trabajo.
Aunado a ello, en 1917 en pleno gobierno de Venustiano Carranza se creó un Convenio para el Libre Ejercicio de la Profesión de médico, farmacéutico, dentista y veterinario entre México y Japón que estuvo vigente por 10 años. Así, la mayoría de los japoneses que ingresaron al país en las primeras décadas del siglo XX eran profesionistas y mano de obra calificada.
De acuerdo a los documentos revisados en el Archivo Histórico del Estado de Sinaloa, los migrantes japoneses encontraron en la región oportunidades y desasosiegos derivados de su momento histórico. Actualmente son parte de nuestra nación, ya que viven dentro de las normativas que marcan nuestra institucionalidad y aportan su esfuerzo en el desarrollo social del País.
El primer caso del que haya registro en Culiacán de un japonés emblemático fue el del médico Seibei Okamura, migrante que llegó a la capital sinaloense en 1906. En esos años había menos de diez doctores en la ciudad y no se daban abasto, por lo que su arribo a tierras sinaloenses fue de un trato afectuoso, atento y amable por la sociedad culichi. Okamura fue contemporáneo y colega del respetado doctor Ruperto L. Paliza, quien por esos años dirigía el Colegio Rosales, antecedente de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
En el texto Mi padre Dr. J.S. Okamura, su hija comenta que dos de los hijos del general Ángel Flores estudiaron con ella en la primaria. En total el doctor Okamura engendraría 11 hijos con la culichi María Echavarría. De igual forma, alternó su profesión con otras aficiones como la agricultura. En el documento citado se asegura que fue de los primeros que cultivaron berenjena en el valle de Culiacán, aunque con muy malos resultados. Algo que también es de destacar es que al médico le gustaba practicar la escritura; a él se le debe la traducción del japonés al español de La Campana de Nagasaki en 1952, una crónica del genocidio que produjo la bomba atómica en Nagasaki, tarea emprendida en Culiacán en los talleres de la Editorial Sinaloa, S. A.
Con esto, Seibei Okamura inaugura en Culiacán una serie de aportes culturales que se desarrollarían por parte de los japoneses y sus descendientes en la región. Tal como explica el historiador Gilberto López Alanís, el grupo de los japoneses sobresalen sobre los otros grupos étnicos en la localidad, como los chinos o los griegos, por su labor cultural en el periodismo, la historia y las artes.
Entre los personajes destacados en el ámbito intelectual sobresalen el historiador Antonio Nakayama (1911-1978), parte de la historia de Sinaloa no se explicaría sin su valiosa aportación. Publicó obras como Historia del Obispado de Sonora, Documentos inéditos e interesantes para la historia de Culiacán, Historia de Sinaloa; además Nakayama también dirigió la Biblioteca del Centro Cívico Constitución tras su inauguración en la década de los cincuentas.
Se encuentran también el médico y escritor Ramón Sato Parra, miembro de la Asociación de Periodistas de Culiacán. Ni que decir del cronista y periodista Herberto Sinagawa, hijo de un inmigrante japonés llamado Yoshinori Shinakawa. Su obra es extensa: va desde la investigación histórica, periodismo y literatura.
En el campo de la ciencia se ubica el doctor Jesús Kumate (1924-2018) quien resaltó como secretario de Salud de México en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Y en el ámbito de las artes resalta Rosy Aragón Okamura (1953), ilustradora de libros infantiles.
La comunidad japonesa a diferencia de los chinos que hoy en día cohabitan en Culiacán, han buscado integrase de manera oficial en grupos para no olvidar las raíces de su descendencia. La comunidad japonesa en la ciudad actualmente se reúne en torno a la Asociación Nisen y Sansei de Culiacán A.C.
Seibi Ninomiya, quien forma parte del comité de trabajo de la asociación, explica que como descendientes de japoneses, sus ancestros siempre les inculcaron agradecimiento a México, y en especial a Sinaloa. Esto porque en este territorio formaron sus familias, y en muchos casos, fue una oportunidad para prosperar; pero también para brindar aportaciones destacadas a la sociedad en diferentes ámbitos: médico, industrial, comercial y en las artes. Seibi comenta que el actual presidente de la asociación es el ingeniero Juan Manuel Kuroda San, quien forma parte de la familia que fundó la reconocida empresa que ofrece cosas para el hogar.
“En Culiacán tenemos integrado un registro de 130 familias con ascendencia japonesa, pero no significa que son 130 apellidos diferentes tampoco, consideramos que pueden formar parte de la comunidad todas las personas que tengan descendencia japonesa, muchas de estas personas descienden de una sola persona de origen japonés”, detalla.
En el caso de Seibi Ninomiya, comenta que su abuelo Yoshio Ninomiya llegó a México en 1922 con su papá, cuando era apenas un niño. En Culiacán emprendieron en el giro industrial con una soderia, la “Soderia Ninomiya”. Posteriormente, recuerda, su familia fue muy conocida en la localidad por la tortillería el Pato Pascual.
La integrante de la Asociación Nisen y Sansei de Culiacán A.C. cuenta que en la ciudad existen familias con apellidos como Nakanishi, Aijara, Amano, Arao, Bagazuma, Erami, Hamasaki, Hayashi, Hirata, Inukai, Kato, Katsuka, Kitaoka, kitasawa, Kondo, Koyama, Kumate, Kuroda, Matsuda, Matzumoto, Monobe, Murakami, Okamura, Taniyama, Yamasaki, entre otros más.
Algo curioso es que si bien esta asociación apenas cuenta con 12 años de existencia, hay registro de que en Culiacán existió una agrupación de japoneses desde 1935 llamada “Culiacán Nihonjin Kai” la cual estaba integrada por 42 japoneses.
“Lo curioso de esta asociación es que nos enteramos por ella por parte de un periodista japonés en Japón; ¡este documento está escrito en japonés!, todavía no hemos podido traducirlo del todo para abarcar más información sobre estos primeros inmigrantes. Nos parece muy interesante que el registro existe en ese país y en Culiacán no, ni siquiera nuestros integrantes de edad más avanzada lo recuerdan”, dio a conocer Seibi.
Otro caso de un conocido descendiente de japoneses es el chef José Taniyama quien también es participante activo de la Asociación Nisen y Sansei. Taniyama explica que su abuelo llegó a Sinaloa como técnico en agricultura invitado por el gobierno en 1927, posteriormente, dice, optó por residir en Culiacán.
“El aporte cultural de los japoneses en Culiacán fue bastante grande. El patriarca de los japoneses posteriormente sería don Juan Kuroda, todo japonés que llegaba a Culiacán tenía que presentarse ante él, personaje que siempre se caracterizó por entablar lazos de solidaridad y unificar a la comunidad japonesa en Culiacán”, explica.
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