El Bazar de antigüedades de Enrique Guadiana Urías es una tienda atípica en la ciudad de Culiacán, donde la tendencia a la hora de decorar el interior de un inmueble es regida por comprarlos en grandes tiendas departamentales y de acuerdo al transcurso de las modas.
Por su parte, hay a quienes los aromas y viejas texturas de antiguos muebles, aunado a la nostalgia del pasado los impulsa a dotar de nuevos significados a dichos objetos, provocando en ellos verdaderas experiencias estéticas.
Al entrar en el domicilio por la avenida Juan de la Barrera número 2419, casi esquina con avenida Universitarios, se observa un espesa escenografía compuesta por objetos que en otras épocas pudieron haber sido decoración de algún hogar u oficina. Muebles, figuras de porcelana, vajillas, lámparas, sillas, relojes de pared, marcos para fotografías, radios, entre muchas otras cosas.
Incluso cinematógrafos, cámaras de video y fotografía análoga de todos los modelos y tamaños, de todas las marcas.
Para Enrique, lo que empezó como una simple afición al coleccionismo de objetos históricos desde muy joven, hoy en día se ha convertido en su sustento. Platica que fue en 1991 cuando ese interés fue influenciado en gran medido por el oficio de su padre, quien tenía un estudio fotográfico.
“En ese negocio desde chiquitillo ahí me la llevaba. Miraba los equipos que ya en ese tiempo eran antiguos, pero el interés por todo tipo de piezas viejas surgió a partir de ahí. Mi primera pieza que compré fue una máquina de coser que encontré en un negocio de compra y venta de chatarra”, recuerda.
Explica que en ese primer momento compró aquella pieza no con el interés de revenderla, sino con la atracción de recatarla, limpiarla y volver hacer que funcione. Con el paso de los años su ímpetu por encontrar y preservar objetos antiguos permaneció como un mero pasatiempo, al grado de convertirse en anticuario.
Así pasaron quince años comprando y comprando antigüedades hasta que Enrique llegó a necesitar un gran espacio para guardar los objetos que había acumulado.
Confiesa que él se presentaba como un coleccionista, pero llegó un momento en que pensó en que se estaba convirtiendo en un acumulador, y aun así, todavía no le pasaba por la cabeza poner en venta algunas de sus piezas.
Platica en su anterior negocio, donde ya concentraba una gran cantidad de piezas, los clientes entraban admirados por la exoticidad de la decoración compuesta por objetos que ya había sido descontinuados en el mercado desde hace muchos años. Desde entonces muchos de ellos ingresaban con el interés de comprar alguno; sin embargo, para Enrique ese giro comercial todavía no estaba contemplado en sus planes.
“Las circunstancias me llevaron a dedicarme oficialmente a la compra y venta de antigüedades porque mis ventas en mis otros negocios empezaron a bajar. Ya no me eran redituables y entonces me vi en la necesidad de dejar esos lugares y tuve que empezar a vender porque eran demasiadas cosas y no tenía donde resguardarlas”, explica.
Fue así como vio en su pasatiempo una manera de ganarse la vida, aunque no como él quisiera, admite; ya que lamenta que en Culiacán no existe tanto esa práctica por coleccionar este tipo de artículos y mucho menos comprarlos.
“Tengo clientes que frecuentemente vienen a ver qué novedades hay. También gente que simplemente ven el anuncio e ingresan curiosos, muchas veces no adquieren nada, pero esas mismas personas pasan la voz sobre la tienda y llegan
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