El 28 de febrero de 2020 la Secretaría de Salud estatal confirmó el primer caso positivo de la enfermedad Covid-19 en Sinaloa en plena improvisación y desabasto de medicamentos, a pesar de que dos meses antes, en diciembre de 2019, desde, Wuhan, China, la pandemia anunció los devastadores efectos mundiales abriendo la posibilidad de que los demás países acudieran a las correspondientes acciones de mitigación.
A tres años de que el virus SARS-CoV-2 fue diagnosticado en una persona en Culiacán la pregunta actual sería si los servicios de salud pública, principalmente el sinaloense, aprendieron la lección y frente a nuevas amenazas endémicas han robustecido el sistema hospitalario, abasto oportuno y suficiente de medicamentos, capacitación a personal médico y suministro de otros insumos que en momentos de crisis sanitaria para los nosocomios son cuestión de vida o muerte.
A los errores cometidos por el anterior gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, y su secretario de Salud, Efrén Encinas Torres, que se tradujeron en el abandono a los pacientes contagiados de coronavirus, muriendo más de 10 mil de ellos según las estadísticas oficiales, se les debe asignar por lo menos la utilidad de analizar las experiencias con el propósito de fortalecer la reacción y atención en casos de máxima emergencia.
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Hoy, a 1,095 días de que inició el colapso institucional por la Covid-19 continúa el rezago en infraestructura y pertinencia de la salud pública y allí están los ejemplos del Hospital General de Culiacán que a casi dos años de concluida la obra física no ha sido puesto a funcionar porque el gobierno federal no radica los recursos públicos para el equipamiento. En igual circunstancia está el Hospital Pediátrico de Sinaloa que opera a medias porque sus necesidades son atendidas a cuentagotas, y no se diga del desabasto de medicinas que es queja diaria de derechohabientes del IMSS e ISSSTE.
Por fortuna el coronavirus procede a ser una enfermedad sin aquellas complicaciones que ocasionaron que en México murieran más de 300 mil personas, sin embargo, si alguna nueva amenaza sanitaria de igual calado se presentara ahora, los aparatos nacional y estatal de salud estarían desprevenidos y sin la adecuada capacidad reactiva.
No aprendió la lección el gobierno en sus distintos ámbitos y por lo tanto nuevas negligencias e indolencias volverían a ocurrir si, ojalá que esto no suceda, otra enfermedad calamitosa nos llegara.
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