Los políticos saben que la gente no actúa en función de la realidad, sino en función de su percepción de la realidad, por lo que no enfocan sus esfuerzos en transformar (mejorar) toda la realidad, sino sólo en la parte que les permite inducir una percepción de la realidad que les resulte conveniente electoralmente aunque ésta esté distanciada de la “realidad real”.
En este proceso, medios de comunicación y redes sociales juegan un papel fundamental para influir en las masas con un discurso de realidad ya procesada para inducir una percepción conveniente que se pueda expresar en las urnas. Y no se trata de quien sea más o menos honesto en realidad –eso no está en las reglas—, sino de quien juega mejor el juego de construcción de una percepción de honestidad.
Tampoco se trata de izquierdas o derechas, liberales o conservadores, socialistas o capitalistas. Todos juegan con las mismas reglas. Es un juego de poder, aunque sí hay diferencias en las trayectorias y en los estilos personales y en los énfasis de atención para captar el voto mayoritario.
Y esto le ha permitido al presidente Andrés Manuel López Obrador ser “mano” en el juego político y ha demostrado ser un jugador muy hábil.
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La atención al sentir y el pensar de los sectores más desprotegidos le ha permitido al presidente capturar la opinión favorable de las mayorías, porque los pobres son más, y aunque en la clase política hay la convicción de que el presidente ya tiene definido quien será su relevo, en una jugada maestra les engaña con la verdad. El presidente asegura que no tiene favorito o favorita, lo cual es cierto, aunque no necesariamente es cierto que lo vaya elegir el pueblo mediante una encuesta.
Desde hace varios días ha dedicado parte de su tiempo y espacio en las conferencias mañaneras a Xóchil Gálvez, a quien se considera la virtual candidata del bloque opositor para las elecciones del 2024. La oposición asegura que el presidente le teme al fenómeno Xóchilt y la quiere destruir atacándola, sin embargo, lo que trasluce más bien es que la está probando.
Amlo sabe que Xochilt está por encima de todos los demás prospectos de la oposición en los indicadores de popularidad y por tanto, quien más votos podría obtener al encabezar a la oposición en la contienda presidencial y necesita conocer todo su potencial y saber hasta dónde puede llegar en una confrontación. Saber de qué está hecha y su capacidad y liderazgo en una contienda.
Es decir, no la está atacando para destruirla, sino la está tratando de medir para ver hasta dónde puede llegar.
Es decir, si Xóchilt es la aspirante con más potencial, la que más votos de la oposición puede obtener en la contienda presidencial, el presidente necesita medirla para definir con quién jugarle, con Adán Augusto o con Claudia Sheinbaum, lo cual implica que el presidente en realidad aún no tiene la definición de la candidatura para su relevo, pero que lo tendrá en unas semanas más en función, ya no de las circunstancias –esas en gran medida ya están evaluadas— sino de las potencialidades de los perfiles de la oposición.
Si Xóchilt es el prospecto más fuerte de la oposición –parece quedar claro que cualquiera otro tendría menos votos— hay que “correr” a Xóchilt en el taste político para ver su explosividad, su resistencia y sus tiempos, para definir con quien jugarle. Con esos datos, habrá que ver sí a Claudia Sheinbaum le alcanza su perfil bien para superar holgadamente a Xóchilt o se requiere más poder, colmillo político, astucia y audacia en la contienda, de tal forma que no quede lugar a duda de un triunfo apabullante de la 4t a la oposición.
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Amlo, entonces, aún no tiene definición de su relevo.
Ya no se trata sólo de a quien quiera en su corazón, sino quien le garantice un triunfo contundente frente al prospecto más importante (y más probable) de la oposición. Queda claro que con su poder y popularidad traspolada al candidato o candidata de Morena, el presidente puede hacer ganar a cualquiera de sus corcholatas, sin embargo, necesita una fórmula que por sí misma, con su propia explosividad y resistencia, rebase y apabulle a la oposición para garantizar un triunfo muy holgado que le permita consolidar la 4T y su legado. Así que a Xóchilt no necesita destruirla –la necesita para la competencia— ni le tiene miedo, sino que sólo la está midiendo para decidir con qué caballo jugarle.
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