Este 1 de julio se cumplirá el primer año de operación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que vino a sustituir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que inició en 1994 y tuvo una vigencia de 26 años. En este tiempo muchas cosas cambiaron para México, unas para bien otras no tanto, y el propósito es utilizar este espacio para identificar los sectores productivos y las regiones de México que se vieron favorecidos con los cambios que se han venido dando en México desde aquel lejano 1994. También, analizar, en el contexto de los cambios económicos, cómo evolucionó México en los indicadores sociales ¿se logró reducir la pobreza? ¿disminuyó la desigualdad? ¿mejoró la calidad de vida? Finalmente, ¿qué nuevas oportunidades presenta para Sinaloa un acuerdo como el T-MEC? ¿Qué deberíamos hacer para aprovecharlas?
Pero vayamos por partes y empecemos por las cuestiones económicas. Lo primero que habría que señalar es que la apertura comercial, iniciada desde la década de los ochenta del siglo pasado y materializada en el TLCAN ha representado el motor que ha impulsado el crecimiento económico de nuestro país. En estos 27 años, la dinámica de la economía mexicana ha estado ligada al comportamiento del comercio exterior, particularmente el que se realiza con Estados Unidos y Canadá, pero también ha sido importante el que México establece con el resto del mundo a través de sus 6 acuerdos preferenciales y los 13 tratados de libre comercio que lo vinculan con más de 50 países.
México ha logrado convertirse en el sexto mayor exportador en el mundo y el número uno en América Latina. Tan solo en los años de vigencia del TLCAN, México multiplicó por 17 el valor de sus exportaciones y en este tiempo se modificó sustancialmente su estructura. En 1985, la mayor parte de las exportaciones correspondían a exportaciones petroleras (57%), en 2019, el 89 por ciento de las exportaciones son manufacturas. El 82 por ciento de estas tienen como destino los Estados Unidos.
Con el TLCAN y ahora con el T-MEC se logró constituir una de las regiones económicas más competitivas del mundo. La región de América del Norte representa el 6.5 por ciento de la población mundial, el 18.3 del PIB mundial, el 23.1 de la Inversión Extranjera Directa (IED) del mundo y los países que la conforman realizan el 16 por ciento de las exportaciones mundiales. Al interior de la región, en los 26 años completos de vida del TLCAN, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron cerca del 800 por ciento, mientras que las exportaciones de Estados Unidos hacia México aumentaron 517 por ciento. La tasa promedio de crecimiento anual del comercio de México con sus socios de la región ha sido de un extraordinario 7.5 por ciento. En consecuencia, México es el principal socio comercial de Estados Unidos y este a su vez es el principal socio comercial de México. Además, México es el tercer socio comercial de Canadá y este es el cuarto socio comercial de México.

La otra variable, además de las exportaciones, que se suele utilizar para medir el éxito del TLCAN es la IED. En esta materia, para dimensionar la importancia del acuerdo comercial entre los países de América del Norte, basta señalar que más de la mitad de la IED que México recibió entre 1999 y mediados del 2020, tuvo como origen Estados Unidos y Canadá. Una dinámica creciente tuvo también la IED proveniente de la Unión Europea y de Japón. Cifras dadas a conocer la semana pasada, revelan que, pese a la pandemia, en el 2020 México logró ubicarse entre los 10 países que mayor IED atrajeron, ocupando en el grupo la posición 9. Es conveniente señalar que la mayor parte de la IED que el país ha recibido durante este periodo ha tenido como destino la industria manufacturera (47%).
El T-MEC surgió con la intención de preservar la integración de los países de América del Norte, mantener el libre comercio, generar reglas más claras y mejorar la certidumbre de los países miembros. Son 34 los capítulos que incluye el documento del T-MEC, de los cuales 10 son nuevos capítulos, mientras el resto han sido revisados y modernizados. Los nuevos capítulos son Aduanas y Facilitación del Comercio, Anexos Sectoriales, Comercio Digital, Laboral, Medio Ambiente, Pequeñas y Medianas Empresas, Competitividad, Anticorrupción, Buenas Prácticas Regulatorias y Política Macroeconómica. A decir de la Secretaría de Economía del Gobierno Federal, México ofrece como potencialidades para enfrentar el acuerdo comercial en mejores condiciones, su sólida infraestructura, su liderazgo en producción manufacturera (sexto mayor productor de vehículos en el mundo, cuarto mayor exportador de vehículos, cuarto mayor proveedor de partes de avión a los Estados Unidos, sexto mayor exportador de productos y servicios de información tecnológica y octavo mayor exportador de dispositivos médicos en el mundo), el que la mayor parte de las exportaciones están ligadas a los sectores de alta complejidad, el hecho de que México ocupa en la OCDE en tercer lugar en suscriptores de banda ancha móvil y, la existencia de un capital humano competitivo, ya que la mayor parte de la población mexicana se encuentra entre los 20 y los 49 años y una buena parte (17%) de quienes tienen estudios profesionales, han egresado de programas de ingeniería.
Hagamos ahora un repaso del comportamiento de algunos indicadores sociales durante el periodo posterior a la puesta en operación del TLCAN. El porcentaje de la población en condición de pobreza, por ejemplo, cambió poco en estos años. De acuerdo con el Consejo para la Evaluación de la Política Social (CONEVAL), en 2018 el 42 por ciento de la población se encontraba en situación de pobreza, pero se estima que esta cifra llegó, por efecto de la pandemia, a más del 56 por ciento en 2020. Ciertamente mejoró la mayor parte de los indicadores que muestran el nivel de las carencias de la población (vivienda, salud, educación). El que mejoró más fue el porcentaje de la población con carencias por acceso a los servicios de salud y el que menos el de carencia por acceso a la alimentación. Sin embargo, el porcentaje de la población con carencias por acceso a la seguridad social sigue siendo bastante alto (57.3% en 2018) y muy alto es también el porcentaje de la población con un ingreso inferior a la línea de pobreza (48.8% en el 2018). Se estima que en 2020 el porcentaje de la población que con su ingreso no alcanzó a cubrir sus necesidades básicas de salud, educación, alimento y vivienda, rebasó el 65 por ciento. En buena medida, esta situación tiene relación con la población ocupada que labora en el mercado informal, cifra que no ha dejado de aumentar a lo largo de los últimos años. La tasa de informalidad era de 38 por ciento en 1980, de 45 en 2003 y llegó a 54 por ciento en 2020.
Tampoco durante estos años se ha logrado reducir la desigualdad, al contrario, esta se ha acentuado. Con datos del 2018 se sabe que el ingreso promedio del decil X (los ingresos más altos) es 26 veces más grande que el ingreso promedio del decil I (los ingresos más bajos). Además, esta semana se dio a conocer, a través del Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 que publicó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que México, junto a Brasil y Chile son los países con mayor desigualdad económica en América Latina, la región por cierto con mayor desigualdad en el mundo después de la región del África Subsahariana. El estudio señala que en México el 10 por ciento de la población con los ingresos más altos, concentra aproximadamente el 60 por ciento de los ingresos generados por la economía y que el 1 por ciento de los más ricos se quedan con el 30 por ciento del ingreso total.

Es conveniente señalar que la pobreza y la desigualdad se agrava cuando consideramos la población indígena, rural y femenina. Alcanza niveles más altos también cuando comparamos la situación en las entidades del norte con las del sur sureste del país. A favor de los efectos sociales del TLCAN y el T-MEC, podemos señalar la contención de la caída del poder adquisitivo de los trabajadores, que había venido a la baja desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado y que al menos pudo mantenerse estable (sin aumentar, pero sin seguir cayendo) desde finales de la década de los noventa del siglo anterior. Vale decir que en buena medida esto se debió al control de la inflación.
Para analizar cuáles regiones se beneficiaron más con el TLCAN y han empezado a hacerlo con el T-MEC, hagamos antes una revisión de la dinámica de crecimiento de la economía nacional en la era de los tratados comerciales con América del Norte. El primer gobierno federal con el TLCAN ya en operación fue el de Ernesto Zedillo (1995-2000) cuyo promedio de las tasas de crecimiento anual (PTCA) del PIB fue de 3.26 por ciento, el PTCA del PIB con Vicente Fox (2001-2006) fue de 1.94, de 1.7 con Felipe Calderón (2007-2012) y de 2.4 por ciento con Enrique Peña Nieto (2013-2018). Con AMLO el PTCA podría rondar el 1 por ciento si se concretan las expectativas más optimistas de crecimiento económico para este año. Así las cosas, el PTCA antes de la apertura comercial (antes de mediados de los ochenta del siglo XX) fue de 6 por ciento, de 2.2 después de la apertura comercial y de 2.3 por ciento después de la entrada en vigor del TLCAN en 1994.
En el ámbito regional, las economías de Baja California Sur (3.9%) y Quintana Roo (3.8%), dos entidades dedicadas fundamentalmente a los servicios y particularmente al turismo son las que han presentado las tasas medias de crecimiento anual más altas en los últimos 20 años. Les siguen Querétaro (3.4%), Aguascalientes (3.3%), Nuevo León (2.9%) y San Luis Potosí (2.7%), cuatro entidades con vocación industrial manufacturera y exportadora. Sinaloa, aparece en la posición 18 con 2.1 por ciento. En términos per cápita, Campeche, CDMX, Nuevo León, Sonora y Coahuila, aparecen en las primeras posiciones. La desigualdad es evidente, ya que, por ejemplo, el PIB per cápita de la CDMX es 7 veces más grande que el de Chiapas. En el ranking Sinaloa ocupa la posición 17.
En lo que se refiere a las exportaciones, observamos que cinco entidades (Chihuahua, Coahuila, Baja California, Nuevo León y Tamaulipas) han concentrado más del 54 por ciento de las exportaciones nacionales. En esta lista, Sinaloa se ubica en el puesto 19, pero si consideramos la participación de las exportaciones en el PIB estatal, Sinaloa se mueve hasta la posición 27. Datos como estos ponen en evidencia que, en la dinámica de las exportaciones impulsada por los acuerdos comerciales, solo algunas entidades han tenido una participación relevante.
Hay que señalar que el mayor o menor aprovechamiento de las condiciones creadas por los tratados comerciales mucho tiene que ver con el grado de industrialización de las economías regionales, medido, por ejemplo, por el peso que la industria manufacturera tiene en el conjunto de las actividades económicas estatales. Destacan los casos de Aguascalientes (2) y San Luis Potosí (4), ya que son las entidades que más posiciones escalaron en el top ten de los estados industrializados. También los casos de Chihuahua (5), Guanajuato (7) y Baja California (8), que antes del TLCAN no formaban parte de este grupo. Sinaloa en este ranking, pasó de ocupar la posición 24 en 1993, la 25 en 2019.
Por lo que corresponde a la IED, también cinco entidades han recibido más de la mitad de los flujos que han llegado a nuestro país en los últimos 20 años. Son los casos de la CDMX, Nuevo León, México, Chihuahua y Jalisco. Sinaloa ha recibido apenas el 1 por ciento y se ubica en el puesto 22. Haciendo el cálculo de la IED regional por cada 100 mil habitantes, las entidades más favorecidas son Zacatecas, Baja California Sur y la CDMX. En esta lista Sinaloa baja al lugar 26. Pero si el ranking se hace considerando la participación de la IED en el PIB estatal, los primeros lugares son para Zacatecas, Baja California Sur y Tlaxcala. Sinaloa cae hasta el lugar 28.

Ya casi para terminar, digo que considero que para que el país aproveche, en beneficio de las regiones del país y de los sectores sociales marginados, las condiciones que brinda el T-MEC, es conveniente pensar en impulsar una política industrial, promover los encadenamientos productivos, impulsar la reforma fiscal, reducir el mercado informal, reforzar los instrumentos para la redistribución del ingreso, ampliar el mercado interno e instrumentar estrategias para ampliar los beneficios del T-MEC a todas las regiones del país.
Por otra parte, resulta evidente que a Sinaloa no le ha alcanzado para insertarse en esta dinámica manufacturera y exportadora, su condición de gran productor de alimentos, aunque mayormente sea eso lo que exporta. Las exportaciones agrícolas representan el 67% de las exportaciones totales de la entidad y aportan el 16% a las exportaciones agrícolas realizadas por el país. Seguimos presumiendo que tenemos la agricultura más tecnificada de México; que somos el número uno en la producción de tomate, chile morrón y pepino; que aquí se produce el 38 por ciento de las hortalizas del país; que ocupamos el primer lugar nacional en producción de granos y; que siete de cada diez tortillas que se consumen en México se elaboran con maíz producido en Sinaloa. Todo eso está muy bien.
Pero ¿Por qué no nos atrevemos a dar un paso adelante para aprovechar que México forma parte de una de las regiones más poderosas y exitosas en materia comercial y de flujo de capitales? ¿Por qué no pensamos en el diseño de una política de desarrollo regional orientada al aprovechamiento de la producción primaria y el impulso de las actividades industriales manufactureras? Una estrategia que oriente en la misma dirección la infraestructura productiva, la IED, los procesos de innovación, el capital humano calificado, la ciencia, la tecnología y el estado de derecho para consolidar una estrategia de industrialización manufacturera. Una estrategia que poco a poco y gradualmente nos acerque a una estructura productiva más diversificada y próxima a los sectores de mayor complejidad, de más rápido crecimiento, de mayor productividad e innovación.
Por lo pronto se tienen buenas noticias en el sentido de que el nuevo gobierno está particularmente interesado en dotar a la entidad de una mayor y mejor infraestructura para aumentar los flujos de comercio intrarregionales. Existe también optimismo por la llegada de infraestructura ferroviaria a través del llamado Corredor T-MEC que consolida la posibilidad de que Mazatlán se convierta en el puerto más importante de México, con conectividad con los estados del Corredor del Norte y de la región del Bajío en México, con los estados de la Unión Americana y con el continente asiático, especialmente con las economías de China, Japón y Corea. Ya veremos, si ahora sí las cosas cambian.
A 26 AÑOS DEL TLCAN Y A UN AÑO DEL T-MEC, EN ALGUNOS SECTORES DE LA SOCIEDAD Y EN ALGUNAS REGIONES DEL PAÍS NO HA PASADO NADA BUENO.
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