La necesidad de modelos productivos más sustentables es indudable; el ritmo de producción supera al del consumo, así como el tiempo de utilidad de la mayoría de los bienes modernos es muy inferior al tiempo que a estos les lleva desintegrarse. Un ejemplo de esto son las bolsas de plástico de un solo uso: su producción es muy rápida, apenas unos cuantos segundos, y su tiempo de uso en promedio no supera los diez minutos, incluyendo el 10% de este producto que se recicla un par de veces. Sin embargo, la bolsa en cuestión puede tardar ¡hasta 400 años en degradarse!
Los niveles de contaminación del planeta han alcanzado niveles exorbitantes, las diversas políticas internacionales no han logrado reducir de el ritmo de deterioro de la naturaleza lo suficiente para impedir un recrudecimiento del calentamiento global. La humanidad, presente y futura, sufrirá gravemente las consecuencias de nuestras acciones si no transitamos a un modelo de consumo y producción distinto que nos permita reinventar a nuestra sociedad con un entorno sustentable y amigable con el ambiente.
En un inicio, la economía verde parecía la respuesta a estas necesidades. No obstante, la transición a este modelo productivo es cara, ya que requiere altos costos adquirir productos respetuosos con el medio ambiente, así como tecnologías que aprovechen las energías renovables.
Las barreras de entrada al mercado de la economía verde han frenado su avance por el mundo: para los productores y empresarios de naciones en desarrollo es prácticamente imposible transitar a él. Afortunadamente, esta realidad ha dado pie al origen de un nuevo modelo: la economía azul.
La economía azul, término acuñado por el economista belga Gunter Pauli, implica innovaciones de bajo costo que generen empleos y beneficios al tiempo que amplíen el capital de las empresas. Además, este modelo reúne características de desarrollo sostenible, manufactura, tecnología y gestión de residuos.
En este modelo económico, se busca emplear un estilo de trabajo similar al de la naturaleza; viable y eficiente, que permita aprovechar al máximo los recursos a nuestro alcance. De esta manera, se favorece la obtención de recursos locales y no existe el desperdicio: los deshechos de un productor se vuelven materia prima de otro.
Al consumir local, se reducen los costos y la contaminación generada por el transporte de recursos de zonas lejanas. Adicionalmente, esto permite integrar las cadenas de valor de una región de tal manera que se apoyen entre sí: compartiendo maquinaria e, incluso, generando un intercambio activo de materia prima que permita exprimir cada una de las partes de los insumos utilizados.
De acuerdo con los principios de la economía azul, es responsabilidad de cada empresario identificar la mejor manera de gestionar provechosamente su “desperdicio”. En lugar de tirar a la basura, por ejemplo, neumáticos desgastados de maquinaria y equipo de transporte, estos se pueden vender a un bajo costo a un productor que cuente con la capacidad de transformar la “basura” en productos como ropa, accesorios o zapatos.
Para los empresarios, transitar un modelo de producción azul, no solo no implica enormes costos, sino que permite otras fuentes de ganancia: ¿te imaginas poder vender lo que para ti es basura? ¿O reducir los costos en tiempo y dinero que implica importar tu materia prima a cambio de comprarla localmente?
Aunado a aprovechar al máximo los insumos y desaparecer el concepto de “desperdicio”, la economía azul propone emular a la naturaleza; en un esquema en el cual los modelos de negocios se basen en la diversidad, la simbiosis y el cambio constante para traer el mayor beneficio a la mayor cantidad de personas al tiempo que se erradica la sobreexplotación de la Tierra.
La economía azul toma los aprendizajes de la naturaleza, el único sistema que ha funcionado ininterrumpidamente por miles de millones de años. Esta economía le apuesta a la colectividad humana; a diferencia de la verde, que pareciera exclusiva para las élites económicas que se pueden permitir producir y consumir dentro de un esquema de altos costos.
A través de este concepto, se rompe con el paradigma de que ser sustentable implica invertir más. La economía azul es un llamado de esperanza, un ideal a seguir que nos permitirá aumentar la riqueza y disminuir la desigualdad al tiempo que contribuimos a salvar el planeta que ¿Te parece molesto salir a la calle con cubrebocas? ¡Imagina un futuro donde tengamos que utilizarlo diario dado los niveles de contaminación ambiental! Aún estamos a tiempo de frenar nuestro asedio contra la naturaleza, por un presente y un futuro mejor para nosotros. regalos nos ha dado.
Es en este esquema que podemos crecer mano a mano con nuestras comunidades, intercambiando materia prima y compartiendo herramientas productivas de tal forma que todos salgamos ganando. Es momento de buscar un cambio; el modelo actual no funciona, promueve la desigualdad, el consumismo y la contaminación de nuestro entorno. Llegó el momento de cambiar, antes de que sea demasiado tarde para recuperar a nuestro planeta.
¿Te parece molesto salir a la calle con cubrebocas? ¡Imagina un futuro donde tengamos que utilizarlo diario dado los niveles de contaminación ambiental! Aún estamos a tiempo de frenar nuestro asedio contra la naturaleza, por un presente y un futuro mejor para nosotros.
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