Reflexiones

Jorge Ibarra

El rumbo de la planeación urbana: algunas salidas falsa, y otras opciones más viables

¿Qué estamos haciendo nosotros para planear las ciudades sinaloenses del futuro? ¿Por qué esperar a que la inercia decida el rumbo a seguir? 

¿Qué pasó con la planeación de las ciudades sinaloenses? ¿Por qué hemos dejado de proyectar alternativas de vida fincadas en la reimaginación de nuestros espacios?

En otras partes del mundo existe una carrera por encontrar la manera de adaptar la sociedad al quiebre civilizatorio que augura el cambio climático. 

Algunas ideas son tan asombrosas, que escapan a nuestra imaginación. En Arabia Saudita, por ejemplo, en medio del calor sofocante del desierto, se construye una megaciudad que parece salida de una película futurista de ciencia ficción.

LEE MÁS: Somos la generación que quizás no tendrá vivienda propia o de calidad

Le llaman La línea, un megaproyecto que busca revolucionar la forma en que las ciudades interactúan con el medio ambiente.

La línea es una ciudad gigantesca compactada toda en un edificio rectangular de 500 metros de altura y 170 kilómetros de longitud en línea recta.

Su forma se asemeja a una muralla alargada recubierta de cristales que son capaces de absorber y repeler la luz del sol según los requerimientos de energía.

Una vez terminada, esta ciudad diseñada para ser completamente sustentable, tendrá la capacidad de albergar unas nueve millones de almas, aunque se plantea que su impacto sobre el entorno sea de apenas un 2 por ciento, en relación a una ciudad convencional del mismo tamaño.

Ahí adentro no habrá automóviles como los conocemos. Las personas se desplazarán en unos módulos con los que podrán recorrer toda la ciudad en 20 minutos, por lo que las emociones de carbono serán reducidas al mínimo.

Por lo visto, esta ciudad del futuro parece materializar en un solo lugar todos los esfuerzos tecnológicos que se tienen en mente para hacer frente a la escasez de recursos, y sin embargo, la viabilidad de este proyecto como forma alternativa de urbanización a escala planetaria es muy cuestionable, por varias razones. 

En primer lugar, porque esta parece más una típica solución espacial del capitalismo ante las crisis recurrentes de excedentes de capital, una lógica que ya muchas veces ha explicado el geógrafo marxista David Harvey  

De acuerdo con Harvey, el capitalismo se ve forzado a reinvertir sus ganancias para continuar el ciclo permanente de acumulación. Cuando hay una interrupción en este proceso, la economía se paraliza y el capital pierde valor.

Una de las opciones más eficientes que encuentra el capitalismo para salir de este problema, es invertir en la construcción de espacios suficientemente grandes para absorber los excedentes de capital y mantener la economía funcionando.

En la última etapa del capitalismo financiero global, los espacios que fueron más rentables para absorber capitales que de otra forma hubiesen quedado sin utilizar, fueron los centros urbanos gentrificados de las ciudades occidentales, las regiones turísticas de países periféricos, pero todavía con mayor intensidad, la urbanización acelerada de china.

Sin embargo, en años recientes la capacidad de China para soportar la economía mundial parece estar llegando a su límite. Y mientras tanto, los países árabes exportadores de petróleo continúan acumulando tal cantidad de dinero, que para reinvertir apenas una parte, fue necesaria la organización del espectáculo deportivo más grande del planeta: el mundial de fútbol de Qatar.

Y aun así no fue suficiente. Las élites están en apuros. Quienes manejan el capital en el mundo requieren desesperadamente encontrar nuevas formas de acumulación. Casualmente esta coyuntura económica empata con una todavía más severa crisis medioambiental, que el capitalismo pretende utilizar a su favor.

Es por eso que actualmente vemos megaproyectos tan descomunales como el que representa la ciudad que se construye en el desierto de Arabia Saudita. 

Como se puede apreciar, este tipo de construcciones son una falsa alternativa a los problemas del cambio climático. Son un mero negocio que busca capitalizar a gran escala las soluciones que entre todos debiéramos buscar al modelo de urbanización de finales del siglo XX que hoy ya se encuentra colapsado.

El problema es que, de materializarse la puesta en marcha de este tipo de ciudades cerradas, esto implicaría el fin de la libertad y la democracia. Espacios gestionados de manera tan tajante por la tecnología propiciarían mecanismos de control absoluto sobre la ciudadanía.

Al ser complejos privados, se crearían estratificaciones de ciudadanía basados en la riqueza, todavía más drásticos que los que actualmente tenemos.

¿Qué pasará con quienes no puedan ingresar a estas ciudades altamente controladas? ¿Qué salidas tienen las regiones que cuentan con los recursos económicos ni con la suficiencia tecnológica para construir esos complejos urbanos gigantescos?

Necesitamos pensar en otra alternativa. A veces llegamos a creer que el futuro estará inevitablemente gestionado por la tecnología. Esto no necesariamente tiene que ser así.

El porvenir de la vida en la ciudad lo tenemos que construir nosotros mismos, con base en una política participativa. 

Existen otras opciones en el mundo que provienen de una asociación colaborativa entre el Estado y la sociedad civil preocupada, no solo por el medio ambiente, sino por el bienestar económico, la igualdad, la seguridad y la libertad. No se puede sacrificar ninguna de estas variables.

En Barcelona, por ejemplo, el sistema de las Supermanzanas ya representa un modelo tangible a seguir, en el que la ciudad logra compactar la satisfacción de necesidades humanas, tanto económicas, como sociales, en un rango de alcance de unas cuantas cuadras.

Lo más importante de las Supermanzanas, es que son proyectos participativos en los que la población retoma la ciudad y discute qué hacer con ella, sin la necesidad de una inversión multimillonaria o tecnologías disruptivas para alcanzar la sustentabilidad.

LEE MÁS: Presentan Guía para el Manejo del Arbolado Urbano de Culiacán

Volvamos a plantearnos la pregunta de un inicio:

¿Qué estamos haciendo nosotros para planear las ciudades sinaloenses del futuro? ¿Por qué esperar a que la inercia decida el rumbo a seguir? 

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

Comentarios

Recientes

Ver más

Reflexiones

Ver todas

Especiales

Ver todas

    Reporte Espejo