Reflexiones

Ronaldo González Valdés

Iglesia católica: ¿el gran reto o los grandes retos?

Sin duda, la Iglesia enfrenta no un solo “gran reto”, como dice el artículo de Logos, sino varios desafíos que se ligan entre sí

Hubo un tiempo en que me declaré agnóstico. A estas alturas de mi vida ya no sé si lo sigo siendo. Por así decirlo, soy agnóstico con respecto a mi agnosticismo. El caso es que desde hace algunos años volví a asistir regularmente a misa los domingos. La cultura católica de mi madre y de mi esposa, y cierta urgencia de una propedéutica, resultado, supongo, del examen retrospectivo a que obliga la edad, me han hecho cultivar de nuevo las artes de la espera tan propias de la religión, esas que, como querían Tolstói y tantos otros partidarios de la labor pastoral cristiana, no se reducen a las formalidades de la liturgia. Quiero decir con esto que pergeño estas notas animado por lo que George Steiner -apostando por un humanismo, es cierto, propiamente secular- ha llamado una gramática de la esperanza.

Pues bien, ocurre que llegando a misa el pasado domingo, cayó en mis manos el último número de Logos, publicación mensual de la Diócesis de Culiacán, dedicada en su mayor parte a tratar temas sociales y hasta francamente políticos, cribados por un ejercicio de autocrítica que no dejó de llamarme la atención. En la portada se anuncian los principales asuntos que el periódico aborda: “Desgaste cristiano genera desorden social”, “SOS, Nicaragua necesita nuestra oración”, “Volvemos a la catequesis con renovada fuerza y fe”. Por supuesto que los artículos centrales son compartidos por la prensa de la Iglesia católica mexicana y eso les otorga mayor interés.

Ya en la página editorial, después de hacer la crítica a dictaduras como la nicaragüense, se¿ habla del inicio de un nuevo ciclo pastoral: “Recomenzamos los itinerarios parroquiales y nuevos desafíos que con la ayuda de las comunidades y colaboradores realizaremos la misión (sic) que Jesús nos dejó a todos de ‘ir y evangelizar, hacer discípulos’. La catequesis y nuestros grupos están preparados para recibir con alegría este ciclo pastoral”. Pero es en el artículo titulado “El gran reto”, donde se expone con mayor dureza la crítica de la política y la sociedad mexicanas, así como, particularmente, la autocrítica de la Iglesia desde la Iglesia misma.

LEER MÁS: EL NARCO COBRA PARA PERMITIR FIESTAS PATRONALES Y EJERCE RETENES, DENUNCIA OBISPO DE GUADALAJARA

El escrito comienza asegurando con rotundidad que en México se ha creado “un sistema político ajeno a la sociedad y la república, sólo interesado en el poder y el dinero”; prosigue describiendo la inversión de la mecánica del chantaje de los políticos a los delincuentes, lo que ha originado el “empoderamiento” (sic) de estos últimos a costa de los primeros; enseguida sugiere que ha habido, en consecuencia, una evidente sustitución de las funciones públicas por parte de las organizaciones delincuenciales, sobre todo en los municipios, dando lugar a la expansión de su influencia social, “de tal modo que la masa clientelar, es decir, el conjunto de personas beneficiarias de las asociaciones delictivas es mucho mayor de lo que podemos imaginar”.

Finalmente, se insiste en un reconocimiento que ya tiene su buena friolera de años: el “imperio de una cultura secular solamente interesada en la obtención de dinero, por cualquier medio, y la diversión al margen de cualquier valor o principio”. Lo destacable aquí es la manera en que se asume la responsabilidad de la Iglesia:

“Los evangelizadores dejaron de evangelizar, o lo siguieron haciendo sin darse cuenta de que los medios empleados ya no funcionaban, o siguieron creyendo que se podían predicar los valores del Evangelio sin necesidad de demostrarlos en la propia vida, o, asustados por la nueva realidad, corrieron a encerrarse en sus castillos de pureza, dejando al mundo a su suerte”.

¿Qué ha hecho que el Episcopado mexicano haya dado un viraje tan significativo en su diagnóstico y su participación en la vida pública del país, de la sociedad mexicana y de la iglesia misma?

A primera vista, el asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, ocurrido el 20 de junio de este año en la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, aparece como el detonador de estos mensajes y de las recientes acciones llevadas a cabo por la institución y sus fieles laicos. De ahí la realización de las Jornadas por la Paz, el Perdón y la Reconciliación con misas para honrar la memoria de religiosas y religiosos asesinados, reuniones de oración y procesiones públicas organizadas por las diócesis, las congregaciones y las parroquias a lo largo y ancho del país. Con todo y lo impactante del hecho, me parece, sin embargo, que el telón de fondo es más complejo.

LEE MÁS: La comunidad religiosa bajo ataque: ¿y después de socavar la fe qué es lo que sigue?

En un contexto general, la Iglesia católica ha disminuido su feligresía en todo el mundo occidental, incluida América Latina, espacio en el que sigue teniendo su mayor presencia y ascendencia en todos los órdenes. Para referirme sólo a México (aunque la tendencia es similar en Centroamérica, Colombia, Brasil y Argentina), el último censo del INEGI hace constar que entre 2010 y 2020 el porcentaje de fieles de la iglesia católica pasó de 82.7 a 77.7 %, registrándose un ascenso “de fieles de las iglesias protestantes y evangélicas (de 7.5 a 11.2 %) y, sobre todo, un mayor porcentaje de personas sin religión (de 4.7 a 8.1 %, con un 2.5 adicional de personas sin adscripción religiosa)”.

Esto permite entender la preocupación expresada por el Papa Francisco en el Encuentro con los Obispos en la Catedral Metropolitana de México, el 13 de febrero de 2016, al convocar a un hecho de conciencia para vigorizar los lazos con la sociedad, desplegando “un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red (…) acercándonos y abrazando a la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”.

Y hay que considerar también, desde el mirador de la política, la nada idílica relación establecida por el presidente López Obrador con la Iglesia católica. Más allá de su fe íntima, AMLO ha utilizado a la religión o, mejor dicho, a la emoción religiosa del pueblo mexicano como recurso político. Roberto Blancarte y Bernardo Barranco han documentado, además, cómo las intervenciones públicas del presidente en este ámbito, han propiciado el reacomodo de los actores religiosos y la inconformidad del Episcopado ante el protagonismo de algunos representantes de corrientes evangélicas en las iniciativas sociales y hasta gubernamentales (concesión de medios electrónicos, distribución de la Cartilla Moral, entre otras). Situación que se ha complicado en los últimos meses por las diferencias que la jerarquía católica ha sostenido con el gobierno de la república, específicamente en materia de seguridad ciudadana y pacificación del país.

En el mismo artículo que he citado antes, a propósito de la violencia que se ha enseñoreado en no pocas regiones, se apunta: “Por supuesto que el gobierno federal, y los gobiernos estatales, han buscado estrategias para por lo menos controlar esta problemática, pero cada día que pasa resulta claro que el problema (sic) ya se les fue de las manos”.6 Desde agosto del 2019, a través de la Agencia Católica de Informaciones (ACI), la Iglesia denunciaba que la Guardia Nacional estaba siendo utilizada como un “muro humano” contra migrantes,7 y apenas hace unos días hacía manifiesta su inquietud por la militarización de la seguridad pública que implicaría la reforma en curso a ese organismo, calificándola de inconstitucional y como una amenaza a la protección de los derechos humanos de la población.

LEE MÁS: Cruces de arcoíris: El cristianismo LGBTIQ+ que resiste en América Latina y el Caribe

Sin duda, la Iglesia enfrenta no un solo “gran reto”, como dice el artículo de Logos, sino varios desafíos que se ligan entre sí.

Recuerdo que en mis tiempos juveniles en la izquierda universitaria, se estilaba diagnosticar al mundo, al país o a la región aseverando que se vivía una “crisis coyuntural superpuesta en una crisis estructural”. No afirmo que esta sea la situación de la Iglesia católica; sólo creo que, en las circunstancias actuales, se ha desbrozado el terreno para intentar un nuevo modo de implantarse en la vida nacional, partiendo, ahora mismo, de la situación específica de la violencia y la inseguridad que golpea también al clero (el símil de lo “coyuntural”) y del propio déficit de ascendiente público y social asumido por la institución eclesiástica misma (analogía con lo “estructural”).

Bernardo Barranco ha afirmado que las iglesias (no sólo la católica, menos en estos días en que han proliferado las evangélicas o las abiertamente protestantes) son en algún grado parte también del deterioro moral de la sociedad,9 pero ese mismo reconocimiento tendría que ser base -como lo está siendo ya, por lo menos en la enunciación de una autocrítica rigurosa- de renovadas definiciones estratégicas, sí, en el derrotero que ha marcado el propio Papa Francisco. Siempre dentro de los límites del Estado laico, la recuperación de la labor pastoral que la vincule más orgánicamente con la vida real de la gente, la toma de posición con respecto a las cuestiones públicas que afectan a la sociedad y, sobre todo, su consistencia en el decir y el hacer, permitirían avanzar a la Iglesia católica en su perentoria reimplantación en lugares como México.

IMAGEN: Captura de Pantalla Revista Logos de la Diócesis de Culiacán

***

*Ronaldo González es ensayista, sociólogo e historiador adscrito a la facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Su último libro publicado es George Steiner: entrar en sentido (Prensas de la Universidad de Zaragoza, España, 2021).

REFERENCIAS:

  1. Logos, publicación mensual de la Diócesis de Culiacán, septiembre de 2022, año 12, número 3, Culiacán, Sinaloa, México, p. 3. En línea, el sitio www.periodicologos.org está actualizado sólo hasta el número de marzo de 2020. Consulta hecha el 14 de septiembre de 2022.
  2. “El gran reto”, artículo firmado por el P. Armando González Escoto (UNIVA), en Ibid, p. 5.
  3. Díaz Domínguez, Alejandro, “¿Qué nos dice el censo 2020 sobre religión en México”, edición electrónica de la revista nexos, 1 de febrero de 2021. En https://datos.nexos.com.mx/que-nos-dice-el-censo-2020-sobrereligion-en-mexico/, consulta hecha el 13 de septiembre de 2022.
  4. En https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2016/february/documents/papafrancesco_20160213_messico-vescovi.html, consulta hecha el 13 de septiembre de 2022.
  5. Barranco, Bernardo y Roberto Blancarte, AMLO y la religión. El Estado laico bajo amenaza, México, Grijalbo, diciembre de 2019. También puede verse mi texto publicado en la edición electrónica de nexos, “AMLO: religión y política”, 17 de abril de 2020, en https://redaccion.nexos.com.mx/amlo-religion-y-politica/.
  6. “El gran reto”, citado, p. 5.
  7. Cfr. https://www.aciprensa.com/noticias/iglesia-en-mexico-guardia-nacional-de-lopez-obrador-es-murohumano-contra-migrantes-25622, consultado el 13 de septiembre de 2022.
  8. Cfr. https://www.aciprensa.com/noticias/la-iglesia-catolica-expresa-preocupacion-por-reforma-a-laguardia-nacional-en-mexico-74075, consultado el 13 de septiembre de 2022.En AMLO y la religión.
  9. El Estado laico bajo amenaza, citado, p. 197.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

Comentarios

Recientes

Ver más

Reflexiones

Ver todas

Especiales

Ver todas

Suscríbite al nuestro boletín