Cuando pensamos en contaminación, lo primero que viene a nuestra mente son los desechos, la crisis hídrica, los microplásticos, la isla de basura en el mar, entre otros factores que afectan al medio ambiente de una manera tangible. Sin embargo, hay todo un ámbito de daño ambiental en el que no reparamos constantemente porque no lo percibimos como algo físico, por lo que es más fácil de ignorar… hasta que volteamos a ver su impacto y nos damos cuenta de las afectaciones que genera en nuestro planeta. Es así como algo que muchos consideramos inofensivo para el ambiente en realidad tiene un costo significativo: lo digital.
Por sorprendente que parezca, lo digital consume recursos naturales y coadyuva en la generación de desechos electrónicos a un ritmo preocupante. Esto se debe, principalmente, a que el consumo de energía en la infraestructura de Internet conlleva emisiones de carbono. De acuerdo con la revista Nature en 2021, la industria de los centros de datos es responsable de cerca del 0.3% de las emisiones totales de carbono. Aunado a ello, si sumamos las emisiones de toda la industria de la tecnología de la información y las comunicaciones, dicha cifra aumenta hasta representar al 2% de las emisiones globales. Esto resulta en un incremento en gases de efecto invernadero que se relaciona con el calentamiento global y la degradación de la atmósfera.
Otra consecuencia ambiental relacionada con el Internet y su ecosistema es el del consumo de energía que se genera, no solo de los centros de datos, sino de los dispositivos con los que interactuamos con el mundo virtual. Los centros de datos consumen cerca de 200 teravatios hora de energía por año, más del 1% de la demanda global de electricidad, que se proyecta que aumente al menos quince veces más hacia 2030 hasta llegar al 8% de la demanda total de electricidad. Esta situación se ve exacerbada por acciones muy comunes para nosotros como la transmisión de videos en alta definición: mientras mayor sea la resolución del contenido, más datos necesitan ser transferidos, lo que incrementa la demanda de energía y las emisiones de carbono. El streaming, los videojuegos en línea y descargas de contenido audiovisual también consumen bastante energía, así como el constante flujo de datos y el intercambio de contenido en redes sociales y otras plataformas, que generan millones de datos por segundo.
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Adicionalmente, el almacenamiento en la nube y en nuestro correo electrónico nos han llevado a acumular inmensas cantidades de información que implica un uso de energía considerable para mantener. Esto incluye por supuesto al spam, pues este envío masivo de correos electrónicos no deseados genera una gran cantidad de tráfico de datos innecesario que requiere una mayor infraestructura de servidores y almacenamiento de datos. Otros elementos como la publicidad en línea y el seguimiento de actividades de usuarios genera BigData para entregar anuncios personalizados. No obstante, esto requiere el procesamiento constante de información y de su almacenamiento, lo cual también se refleja en impacto ambiental.
Otra tecnología que genera un fuerte impacto ambiental es el de la criptominería, un proceso que se utiliza para validar transacciones de criptomonedas que requiere que se resuelvan problemas matemáticos complejos. De esta manera, se consumen significativas cantidades de energía, además que se utilizan recursos como el agua y la electricidad para enfriar los servidores y centros de datos. En este contexto, ¡incluso los asistentes virtuales e inteligencias artificiales se suman al problema!
Es así que algo insospechado se volvió un factor clave para reducir la huella ambiental. Para ello, la mayor apuesta se encuentra en transitar a fuentes de energía limpias y a prácticas más eficientes de gestión y consumo de recursos que permitan que nuestro uso de las tecnologías sea más sustentables y amigables con el ambiente. Por supuesto, a estas alturas, es complejo pedirles a las personas que reduzcan su consumo de Internet, pues se ha vuelto parte fundamental de nuestro día a día, pero hay pequeñas acciones individuales que, si muchos de nosotros replicamos, pueden ayudar a generar un cambio, como limpiar nuestro correo electrónico y almacenamiento en la nube, además de apagar los dispositivos electrónicos que no estén en uso.
En un caso tan complejo como este, el arma de dos filos que es la digitalización puede llevarnos a que “en la enfermedad está el remedio”. Podemos aprovechar al máximo las bondades del internet para compensar su huella de carbono como la digitalización de documentos y procesos que nos ha permitido reducir la tala de árboles y la inversión energética de fabricar el papel; el teletrabajo y la educación en línea que nos permiten disminuir nuestro uso de transportes. El Internet de las Cosas también nos han permitido alcanzar una mejor gestión de recursos en industrias como la agricultura y la energía. Otro elemento positivo es el comercio electrónico. Si bien este sí genera emisiones en términos de transporte, puede llegar a ser más eficiente con los recursos que las tiendas físicas, especialmente si las entregas a domicilio agrupan múltiples pedidos en un solo viaje y optimizan sus rutas de reparto.
Es difícil simplificar un tema con tantos factores como es el mundo digital y su impacto en distintos ámbitos de nuestra vida, especialmente cuando se trata de analizar el impacto ambiental de lo intangible.
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No obstante, hay mucho que podemos utilizar a nuestro favor para minimizar esta situación. Para ello, es esencial generar conciencia y educación ambiental, conocer que el impacto de lo que hacemos en internet va mucho más allá de nuestra huella digital y ser responsables con nuestro uso. Al mismo tiempo, este tema nos recuerda que es urgente y debería ser una prioridad dejar de lado el consumo de combustibles fósiles y transitar a esquemas mucho más amigables con el ambiente, especialmente si queremos seguir disfrutando de las bondades de las tecnologías digitales y la forma en la que han facilitado nuestra vida y en la que esperamos que la faciliten las nuevas invenciones y descubrimientos. Las nuevas tecnologías nos han ayudado mucho, ¡necesitamos que se vuelvan sustentables!
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