Por Sibely Cañedo
Para los regímenes totalitarios, la propaganda y el discurso son elementos esenciales para el control de las masas y el mantenimiento del poder. No solo son un complemento accesorio del uso de la fuerza militar. Para las Ciencias de la Comunicación, uno de los casos de estudio más emblemáticos de la historia es el Ministerio de Propaganda e Ilustración Pública del Gobierno de Adolfo Hitler y el Departamento de Propaganda del Partido Nacionalsocialista en la Alemania Nazi, ambos a cargo de una sola persona: Joseph Goebbels.
Se atribuye a Goebbels la sistematización de una serie de principios para lograr la manipulación de masas que pueden sorprender por su actualidad, a pesar de las distancias en el espacio-tiempo y los cambios tecnológicos que han transformado drásticamente los patrones de consumo de noticias y a los medios de comunicación.
Cuando el Ministerio de Propaganda fue instituido en 1933 con el ascenso al poder de Hitler, su objetivo era fijar en la mente del pueblo la ideología nazi a través de una “orquestación de propaganda”, es decir, el uso de todos los medios posibles: arte, música, teatro, cine, libros, radio, contenidos educativos y la prensa. Todo con tal de acrecentar el odio contra los judíos, justificar la guerra y el genocidio.
En cuanto a la prensa, Goebbels no tenía reparo en mantener su control y censura en todo momento para favorecer al régimen. Entre otras consignas, se le atribuye a este personaje aquella de: “la propaganda debe ser simple y centrada en un solo objetivo, nunca compleja ni de múltiples objetivos”. Y es que la propaganda va dirigida a un gran público con escasa capacidad de discernimiento; entre más bajo el nivel intelectual del mensaje, mayor su alcance.
En este aspecto, Hitler consideraba que había que fijar en la mente del pueblo la idea de un solo enemigo, para lo cual había que repetir frases simples pero contundentes, adecuadas para cada ocasión. No importaba hacer eco de mentiras, siempre y cuando estas estuvieran intercaladas con algo de verdad para hacerlas creíbles. La estrategia incluía simplificar y exagerar.
De acuerdo con el sitio Enciclopedia del Holocausto, las películas nazis representaban a los judíos como criaturas subhumanas, una suerte de parásitos que se infiltraban en la nación aria proclives al sexo y al dinero. Desde este discurso, repetitivo y mordaz, los judíos no solo no eran deseables, sino también peligrosos. Así, la propaganda fue un método eficaz de construir social y discursivamente un rival común, en torno al cual unificar un gobierno: la política del enemigo. El final de esta historia es de todos conocido…
Hasta aquí la digresión histórica, que nos muestra que cuando se trata de política, hay fenómenos que vencen la prueba del tiempo y se replican en diferentes épocas bajo distintas dimensiones y expresiones concretas.
En México, a partir de 2018 con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, la comunicación oficial ha jugado un papel preponderante en la forma de gobernar el país. A cuatro años, no es una novedad que las conferencias “mañaneras” han sido la plataforma desde la cual todos los días se construyen adversarios: la clase fifí y conservadora, el neoliberalismo, los clasemedieros aspiracionistas, la sociedad civil organizada, los organismos autónomos, y sí, también los periodistas.
Los ha llamado “chayoteros”, “periodistas del viejo régimen”, que antes callaban… Y no es que no existan periodistas que, efectivamente, hayan ejercido prácticas muy alejadas de la ética y del compromiso social, como aquellos que venden su pluma al mejor postor y su silencio. Sin embargo, resultan una minoría en comparación con todo un gremio dedicado al periodismo a lo largo y ancho del territorio nacional, muchos de ellos reporteras y reporteros de a pie que, todo lo contrario, se han jugado la vida por dar a conocer la verdad en sus contextos locales.
Es, por tanto, un discurso simplista y exagerado. Pero como veíamos antes, lleva una pequeña dosis de “verdad” (ya que sí hay quienes caen en esa categoría), pero al mismo tiempo se repite una y otra vez de forma desproporcionada, a tal grado que en sus conferencias matutinas, López Obrador ha denostado más a los periodistas que a los criminales, para quienes tiene el condescendiente mensaje de “abrazos no balazos” y “los voy a acusar con sus papás, con sus mamás y sus abuelos”.
No quiere decir que gobiernos anteriores no utilizaron estas estrategias (incluso contra el mismo AMLO), pero hoy en día, parece que la política del enemigo sigue rindiendo frutos a la Cuarta Transformación en plena era digital, en la que supuestamente se ha acabado el dominio de los medios tradicionales y las redes prometen democratizar la generación de información, pero no han podido terminar con la manipulación.
El discurso del adversario crea confusión y polarización, haciendo que la opinión pública desatienda los problemas torales del país, como la falta de resultados en seguridad pública y la persistente impunidad, que hacen de México un paraíso para la delincuencia. Ambas materias, la gran deuda del gobierno actual.
El eco en los estados y el caso de Sinaloa
Como aparato propagandístico bien aceitado, la retórica del adversario se ha replicado hasta el agotamiento en estados y municipios, donde gobernadores y alcaldes de Morena han hecho suyo el discurso de su líder y Presidente de México.
Por eso no son raras las declaraciones del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, contra los periodistas. Son tan recurrentes que es difícil pensar que se trata de expresiones espontáneas, producto del impulso, sino más bien parecen algo orquestado para ir a tono con la tendencia presidencial.
El pasado 21 de enero, Rocha Moya aprovechó un evento público para arremeter de nuevo contra la prensa. Se dijo molesto de que los periodistas le preguntaran sobre asuntos distintos a los que él presenta. En particular, no le gustó ser cuestionado sobre la próxima visita de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, una de las cartas fuertes para contender por la Presidencia de México en 2024. De manera nada velada, utilizó la publicidad oficial para amenazar a los medios:
Que si cuándo viene Sheinbaum, y bueno cuándo va a venir, y le digo, yo no manejo la agenda de las corcholatas [sic], y además, le digo, pregúntenme de lo que voy a hacer, no les importa eso, les importa vender […] Nada más que les aclaro y con esto termino: el mejor comprador de los medios es el Gobierno. Muchas gracias.
Lo anterior motivó un pronunciamiento conjunto de Iniciativa Sinaloa y Artículo 19, organizaciones de la sociedad civil que han trabajado por la libertad de expresión, en el sentido de pedir al mandatario estatal frenar el discurso estigmatizante contra la prensa, toda vez que abona al contexto de riesgo que a diario padecen quienes se dedican a este oficio, vital para el sostenimiento de toda democracia.
Parece que al Gobernador se le olvida que el 24 de mayo de 2022, fue aprobada en Sinaloa la Ley para Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, que obliga a todo funcionario público a respetar el trabajo periodístico y la libertad de expresión, por lo que él debiera ser ejemplo.
Solo 19 días después del asesinato de Luis Enrique Ramírez, quien fuera columnista del diario El Debate y fundador del portal Fuentes Fidedignas, la iniciativa fue sacada de la “congeladora” en medio de la conmoción social que provocó este nuevo hecho de violencia contra el gremio periodístico.
En esos momentos, el gobernador se dijo tan aliado de la causa que lanzó una advertencia para los integrantes de su gabinete: quienes tuvieran demandas contra periodistas tenían 48 horas para retirarlas o saldrían de su gobierno. El mensaje llevaba dedicatoria para el ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda, en ocasiones aliado en otras adversario de Rocha, que en ese momento ocupaba la Secretaría de Salud y a la vez mantenía procesos legales contra Luis Enrique Ramírez y la ex columnista Teresa Guerra, hoy Secretaria de las Mujeres.
En efecto, la advertencia precedió la salida de Cuén, quien no era del agrado del mandatario estatal y también ex rector uaseño.
Luego, el 22 de julio de 2022, el gobernador de Sinaloa firmó un convenio con el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Segob, Alejandro Encinas, para protección de periodistas y de quienes defienden derechos humanos a través de la coordinación con el mecanismo de protección federal.
Del mismo modo, se comprometió a respetar la autonomía del recién creado Instituto para la Protección de Personas Defensoras de DDHH y Periodistas (IPPDDHyP) y a mantener una relación de respeto con la prensa.
“Vamos a coordinarnos muy bien, queremos servir. No nos vamos a meter en los temas que son parte de la autonomía de este instituto […] No esperen nada a cambio que sea negativo de mi comportamiento. Vamos a escucharlos, a atenderlos, los voy atender con mucho respeto y los voy a seguir atendiendo, tanto a los concesionarios dueños, como a los periodistas en general”, aseguró en esa ocasión.
No obstante, además del reciente desencuentro con los medios, hay otras señales preocupantes, pues en el presupuesto de egresos del Estado de Sinaloa para el ejercicio fiscal de 2023, se asignaron al IPPDDHyP únicamente 12 millones de pesos de los 24 solicitados por la directora, Jhenny Judith Bernal Arellano, lo que podría comprometer las medidas de protección y disminución de riesgos para ambos gremios.
De regreso con el discurso de Rocha, vemos una diatriba sistemática contra los medios, pero también contradicciones. La bandera de la libre expresión se usa cuando resulta útil, pero en la práctica sale a relucir la intolerancia a la crítica y el autoritarismo.
El Gobernador no tiene necesidad de enredarse de tal forma en conflictos irrelevantes, cuando bien pudiera ser Sinaloa el ejemplo de una política pública integral para la protección de periodistas y defensores, en un país que sobresale por la alta letalidad para ambos gremios.
La apuesta del gobierno estatal debería ser por las alianzas con sociedad civil y el fortalecimiento de las instituciones, no por la construcción de nuevos enemigos, que a nadie le sirven.

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