La UAS y su lugar en la Economía del conocimiento
La UAS no está en el top de las mejores universidades del mundo, ni siquiera de Latinoamérica
Contrario a la información que se ha difundido en las últimas semanas, resulta necesario aclarar que la UAS no está en el top de las mejores universidades del mundo, ni siquiera de Latinoamérica. Tan solo en México pudiéramos mencionar más de una decena de instituciones con mayor nivel o impacto. Todas ellas ancladas y en sinergia con una región altamente competitiva que se abre camino en la economía del conocimiento.
En el país, tres son las áreas metropolitanas de mayor dinamismo económico y cultural: La ciudad de México, Monterrey y Guadalajara. Ahí se genera el 40 por ciento de la riqueza nacional. También ahí se ubican las universidades más importantes: La UNAM, El Politécnico, El COLMEX, La UAM, El CIDE, El ITAM, El Instituto Mora, El Tecnológico de Monterrey, La Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad de Guadalajara.
No entiendo de qué sirve ese falso halago que replican algunos compañeros universitarios. Qué raro es ver a colegas que, teniendo ellos mismos experiencias nacionales e internacionales que les permiten dimensionar lo que es la educación superior en otros lugares, aun así, replican información que no tiene sustento y carece de todo sentido común.
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La UAS es una buena Universidad, una institución que a lo largo de los años ha sido fundamental en el progreso de Sinaloa. Incluso se puede decir que con Jesús Madueña Molina se ha comenzado a revertir el rezago académico y el desaseo financiero que dejaron las pasadas administraciones. Sin embargo, la institución todavía mantiene unas enormes amarras que la sujetan y no le permiten detonar todo su potencial.
No es necesario caer en zalamerías y elogios baratos. Tampoco se trata de mostrar que tan identificados nos sentimos con la UAS, sino de valorar adecuadamente su posición social, ubicando los principales yerros y resguardando sus fortalezas, que las hay en bastedad.
Entre los retos que la UAS tiene enfrente sin duda el más apremiante es el lidiar con una cobertura insostenible, sobre todo en el nivel medio superior. De la matrícula total, el 35 por ciento corresponde al bachillerato, una cantidad desmedida para una institución que debiera estar enfocada en la generación de conocimiento especializado.
Además, muchas escuelas preparatorias están dispersas en zonas rurales, donde ciertamente existe un rezago educativo por atender, pero habría que valorar porqué la universidad se auto adjudica esa responsabilidad que en realidad le corresponde al Estado.
Lo mismo ocurre con la política de cero rechazados. Por más noble que parezca, la función de la UAS no es la cobertura universal. Ese mandato constitucional es obligación gubernamental. La labor de la Universidad es la educación de calidad y la generación de conocimiento pertinente, con base a recursos limitados.
Por intereses políticos, las últimas administraciones han incrementado la matrícula de manera irresponsable e insostenible. La sobreexplotación institucional tiene a la UAS en la quiebra financiera. Hace poco el Gobernador reveló que la Casa Rosalina debe 3.5 mil millones de pesos a hacienda. Mientras el Rector anunció ya, que para finales de este año acudirán de nueva cuenta al gobierno para que les ayude a completar el pago de aguinaldos.
La falta de recursos y la injerencia partidista han ocasionado que la mayoría de los profesores que recién ingresa laboren bajo esquemas de contratación transitoria, con sobrecarga de actividades, y con una falta de espíritu crítico a causa de la domesticación de la vida intelectual. Todo esto repercute por su puesto en la calidad de la enseñanza.
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Otro gran reto es la deserción escolar que está relacionada con la falta de actualización de la oferta educativa. La UAS se encuentra estancada en licenciaturas y programas que fueron pertinentes para los retos de hace unos 30 años. Los programas con la mayor cantidad de alumnado son Derecho y Administración-Contabilidad. Pero incluso las Licenciaturas más recientes, como Estudios Internacionales, merecen ya una revisión en sus planes de estudio para meterlos de lleno en las necesidades del siglo XXI.
La UAS es una institución fundamental para transitar a una economía basada en el Conocimiento. Sinaloa tienen un sistema productivo muy endeble y un nivel de remuneración salarial extremadamente bajo. Esto cobra sentido al observar las características de las unidades económicas. Según datos del INEGI, Sinaloa cuenta con 123 mil 600 establecimientos de producción, comercio o servicios; de estos, 112 mil, es decir, el 91 por ciento, son micronegocios de no más de 10 empleados.
A pesar de la creencia de que en el mundo contemporáneo la flexibilidad ha ocasionado una tendencia general hacia la atomización de la productividad, la realidad es que las microempresas en Latinoamérica son muy poco competitivas y tienden a estar desincrustadas de la producción global de bienes y servicios de alto valor.
Esto es exactamente lo que ocurre en Sinaloa y de ahí que el aporte a la economía nacional no llegue ni al 3 por ciento. Parte de este problema se debe a que las universidades estatales no han sido capaces de incidir en la modernización de la productividad.
La UAS debe comenzar a replantear su función social.
Necesita desprenderse de responsabilidades que no le corresponden, y racionalizar sus recursos para triplicar su impacto en investigación científica, producción de patentes, incorporación de profesores de tiempo completo y creación de alianzas con el sector productivo. Solo así podremos hablar de que estamos frente a una institución de alto renombre. Los beneficios se verán reflejados en el bienestar de la mayoría de la población.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.
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