¿QUIÉN MATÓ A JAVIER VALDEZ? Capítulo No. 10: “¡Pinche Javier! ¡No me hiciste caso!”
“Preferiste el sacrificio, un sacrificio que todavía no me convence, porque no merecemos tanto; somos una sociedad vale madre”
–Que tenemos comandante.
-Aquí tiene señaladas las balas, mi jefe. Doce casquillos en total, cinco de 9mm. Y siete de 38 súper. Ya los recogió su auxiliar, antes les tomó fotos y luego las echó en una bolsa de plástico y…
-Sí, sí. Todo en orden. Espere a que vengan los de la limpieza, una vez que terminen, ordene que quiten los cordones para que liberen el tráfico.
-Sí señor.
-Agente Bernal.
-A sus órdenes mi comandante.
-¿Han tomado fotografías?
-Y también videos, comandante.
-Bien. Que se quede el de videos, trabajando aquí todo el día hasta las seis de la tarde. Que sea discreto.
–Descuide mi comandante.
-Bien. Todo ese material lo quiero hoy mismo. Te espero a las ocho de la noche en mi despacho.
Checo llegó a su casa con su familia. Tamara le llevó café a su recámara. –Alista a los plebes para que nos acompañen a la funeraria. –Ordenó y se quedó sentado ante su escritorio con la vista fija hacia la calle.
“¡Pinche Javier! ¡No me hiciste caso, chingada madre! Perdóname amigo, pero que duro es todo esto. ¿Si entiendes wey, que estoy encabronado? Contigo, porque preferiste el sacrificio, un sacrificio que todavía no me convence, porque no merecemos tanto; somos una sociedad vale madre, sin embargo te aferraste. ¡Qué más puedo te puedo decir! Sólo reconocer, o más bien, intentar reconocerte porque la verdad, no te conocí. Ahora entiendo que nunca supe de tu verdadera personalidad, nunca alcancé a ver la estatura de tu grandeza, de tus valiosos empeños, de tus sueños y ensueños. Y pensar que amabas, querías la vida, la querida vida que viviste a tu manera, y que dijiste al cumplir los 50 años: “la vida apenas empieza”. Por eso me consta tu pasión por la vida; fuiste amante inmenso, amabas a tu esposa a tus hijos, querías a tus compañeros de trabajo, les diste siempre ese aire de alegría que les era indispensable para seguir en esta brecha, a veces tan estrecha y tan ingrata, pero tú, sacabas fuerza de quien sabe dónde para hacerlos sentir que lo único que valía la pena era estar contentos, alegres, conformes con sus quehaceres; con esa vida sencilla y amable que tú mismo presumías. Quién sabe dónde escondías tus temores, tus fobias, tus preocupaciones porque tu rostro que por momentos ensombrecía, al ver a alguien ya estaba radiante, con la chispa alegre de tu mirar, y al instante creabas la frase demoledora que nos hacía reír, para dejar pasar esa ligera sombra: Te lo diré con palabras científicas: Eres mi amigo porque eres un pinche bato culero que no vale madre.
La potencia de tus palabras, se calibraba por la sencillez de tu prosa ajena a las florituras, directas al corazón, o más claro aún, directas al entendimiento de quienes te seguimo; lo mismo en tu columna Malayerba que en tus obras que lograron traspasar no nada más las fronteras de países, sino algo más importante aún, las fronteras del sentimiento humano.
Pero ya basta de tanto rollo, aquí le paro Cabrón. Y es necesario que te pregunte: ¿Qué voy a hacer ahora sin ti, pinche wey? Me dejaste, dejaste a ellas, ellos los de tu pueblo; nos dejaste a todos. Entonces, ¿ahora qué chingados vamos a hacer sin ti?
Pagarte nunca podremos, hiciste un esfuerzo muy grande para darnos a saber de tus preocupaciones, nos dijiste abiertamente, y no pudimos entenderlo, qué lo único que vale la pena es: DECIR LA VERDAD. Que eso es lo único que nos puede servir para ser verdaderamente libres. Pero no lo entendimos. También es digno reconocer, como alguna vez te lo dije: TENEMOS MIEDO a que nos maten. Y tú respondiste: PUES QUE NOS MATEN A TODOS. Ahora entiendo que ante eso, aquellos se arrugan, cuando miran a un puñado de ciudadanos dispuestos a revelarse se arrugan, son ellos los que tienen más miedo, porque son gente cobarde que sólo con el respaldo de las armas y el poder se animan, de lo contrario se convierten en guiñapos, muñecos de cartón que se arrugan ante el poder de la verdad.
Es posible Javier, que ahora que ya no estás, yo, tu amigo, el bato culero que según tú vale madre, te entienda. ¿Sabes? Llego a pensar que dentro de ti, así como dentro de mí, existen seres diversos, algunos tan distintos, tan terriblemente diferentes que nos asustan, o también nos sorprenden con la bondad, con la templanza y la fuerza del carácter que de repente podemos implantar. Eso, creo que finalmente comprendí en ti. Cuando te miraba cruzar por las calles de Culiacán, entrar al café de Los Portales y sentarte a disfrutar del paisaje de la plazuela, algunas veces te escuché decir: -“Esa cabrona, que buenas nalgas tiene.” También te vi aceptar la presencia de algunos de tus amigos, o simples conocidos y con todos charlabas igual. Ya habías logrado galardones importantes, te habíamos visto en las pantallas de televisión, en programas reconocidos y reconocidas personalidades del mundo intelectual internacional, y tú, no cambiaste fuiste el mismo. No te separaste de la raza, al contrario, penetraste más; te fuiste a los cinturones de miseria, a los recorridos con las doñas Rastreadoras-Sabuesos que buscan a sus hijos desaparecidos. Te entregaste a tu vocación, como el apóstol que está dispuesto a seguir su camino aún a costa de su vida. Te habías convertido en un hombre hecho y derecho que bien sabía lo que quería, que tenía bien definido su destino, que no presumía de saberlo todo, que no presumía su grandeza porque no ambicionaba eso, simplemente quisiste cumplir con tu vocación, y no te importó el costo de ello. Por todo eso, cabrón, cuanto te vamos a extrañar. Y ni modo de decir que me pongo tus zapatos; me quedan muy grandes wey.
LEE ACÁ LA ENTREGA ANTERIOR DE ESTA SERIE: ¿QUIÉN MATÓ A JAVIER VALDEZ? Capítulo No. 9: Una infamia imperdonable
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.
Comentarios