La proliferación y democratización de la Inteligencia Artificial  reavivó el debate de la adaptación laboral al hacernos reflexionar sobre el futuro del trabajo. Sin embargo, las capacidades de la IA y el posible reemplazo de ciertas funciones realizadas por los humanos es tan solo una arista que se debe considerar. Los avances tecnológicos nos presionan a reconsiderar muchas cosas de nuestro futuro, especialmente ahora que la innovación va más rápido de lo que alcanzamos a procesar. Por si eso no fuera suficiente, el comportamiento de las nuevas generaciones nos alerta también a que nos urge reevaluar el ámbito laboral. No se trata solamente de hacerlo más flexible, sino de replantearlo por completo… ¿Por qué?

Porque los jóvenes ya no duramos en nuestros trabajos. Y no es culpa de unos cuantos, sino un profundo problema estructural.

De acuerdo con Neos RH Consultores los millenials, en promedio, no duran más de tres años en una empresa. En 2020, un informe de la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos reportó que los trabajadores de 25 a 34 años tenían una tasa de rotación mayor al 30%, mientras que los trabajadores de 45 a 54 años se mantenían en apenas el 18%. De acuerdo con Linkedin, el 44 % de los menores de 25 años cambiaron de empleo dentro de sus dos primeros años laborales. Según una encuesta realizada por Gallup en 2016, el 21% de los millennials (personas nacidas entre 1980 y 1996) cambió de empleo en el último año, en comparación con el 7% de los trabajadores de la Generación X (nacidos entre 1965 y 1979) y el 3% de los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964). Un estudio de Deloitte de 2018 reveló que el 43% de los millennials esperaban dejar su trabajo actual en un plazo de dos años, mientras que solo el 28% planeaba quedarse más de cinco años. Los datos son indudables. El panorama ha cambiado.

 Si bien algunos detractores de las nuevas generaciones prefieren justificar este hecho en que los más jóvenes no nos comprometemos con nada, las razones son mucho más diversas y complejas.

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Por un lado, las expectativas laborales han cambiado: el desarrollo profesional ya no se considera un fin per se, sino un medio para una vida plena. Es así que, en el trabajo, las nuevas generaciones valoran más la flexibilidad y el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, así como la realización personal y la satisfacción en el trabajo. En este tenor, es importante poder desarrollarnos y aprender, no basta con cumplir con horarios laborales. Más que “ponernos la camiseta” de una empresa, nos ponemos la de un proyecto, la de ideales que podamos integrar en nuestra vida cotidiana. 

Por otro lado, las nuevas generaciones solemos tener mayor disponibilidad a mudarnos o a incursionar en sectores desconocidos para nosotros lo que, aunado con las opciones de trabajo remoto, nos abren el panorama de una manera que antes no era factible.

Una persona con tan solo un equipo de cómputo e internet puede trabajar para una empresa al otro lado del mundo.

Ante esta realidad, tenemos más opciones para hacer carrera y, si una empresa no va acorde con nuestro proyecto de vida, buscamos otra. De hecho, ocho de cada diez mexicanos se interesan por factores que van más allá del sueldo o las labores a cumplir: ambiente laboral, cultura organizacional, plan de crecimiento, son conceptos que se mencionan cada vez más en entrevistas de trabajo.

Para los más jóvenes, llega a ser preferible ganar menos, pero en un ambiente más sano, que ganar miles de pesos a costa de la salud física y mental… y en un mercado globalizado, buscar nuestra empresa ideal es una tarea que se puede volver internacional.

Al no ser el trabajo un fin, las nuevas generaciones a menudo buscan opciones que estén alineadas con sus valores personales y les brinden un sentido de propósito. Si no encuentran esta conexión, es más probable que busquen otras oportunidades que se alineen mejor con sus metas individuales y sus aspiraciones. Es importante tener en cuenta que estas son generalizaciones y no se aplican a todos los individuos de las generaciones más jóvenes. También hay muchos jóvenes profesionales que valoran la estabilidad laboral y se mantienen en sus empleos a largo plazo, aunque cada vez son menos.

Todo esto nos deja ante un reto sin precedentes que se caracteriza por la carencia: las empresas no encuentran talento, pero tampoco los jóvenes encuentran empleo.

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De alguna forma, la oferta y la demanda existe, pero no está en los mismos términos y prueba ser incompatible. Esto nos enfrenta a escenarios devastadores: personas con estudios de doctorado trabajando de repartidores para subsistir al tiempo que empresas buscan perfiles sin tener respuesta en meses. ¿Hasta qué punto esperamos llegar antes de detenernos y buscar conectar ambos factores? La tendencia de rotación laboral en las generaciones más jóvenes tiene implicaciones tanto para las empresas como para los individuos. Las empresas deben adaptarse a esta realidad y encontrar formas de atraer y retener talento joven. Ofrecer programas de desarrollo profesional, flexibilidad laboral, oportunidades de crecimiento y un ambiente de trabajo positivo puede ayudar a retener a los empleados más jóvenes. Además, las organizaciones deben estar dispuestas a adaptarse a las expectativas cambiantes de los jóvenes y fomentar un sentido de propósito en el trabajo, situación para la que los grupos intergeneracionales podrían ser de enorme ayuda. El mundo está cambiando, es un gran momento para evolucionar de manera conjunta en el entorno laboral. 

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO